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No hay respeto

Mataron a Jorge Ríos, el joven de 23 años que fue secuestrado la semana pasada en Concepción, esa zona del país en donde hay un enfrentamiento de opereta entre grupos criminales y toda la flor y nata de los organismos de seguridad del país, que, hasta ahora y después de largos años, pierden por goleada.

Cuando hace dos días criticábamos al presidente Mario Abdo Benítez por no haberse referido, ni siquiera de paso, a la situación de este nuevo secuestrado, no nos imaginábamos este terrorífico final ya que considerábamos que si no era un secuestro exprés su caso se sumaría al de Óscar Denis, Félix Urbieta y Edelio Morínigo, quienes parecen haberse convertido en huéspedes permanentes del EPP.

Pero no fue así. Ríos está muerto y con él la poca esperanza que algunos insistían en sostener que el gobierno, por una vez, no renunciaría a su rol de responsable de la seguridad ciudadana y haría las cosas como tiene que hacerlas siempre. El asesinato de este muchacho pone más que nunca al desnudo lo solos que estamos como ciudadanos, como sociedad, como república, porque los que se sirven de nuestros bienes, esos a los que nosotros colocamos allí, están con las garras cada vez más firmes sobre el botín de las arcas del Estado y les importa un ápice lo que ocurre con quienes los colocaron allí.

Ya ni siquiera estamos ante un Estado ausente, sino uno asesino, que permite y, a ratos pareciera que hasta alienta, que un puñado de criminales se apropie de toda una zona del país sin que una fuerza policial y militar que los basurea en número y recursos pueda hacer nada al respecto, más que observar impávido y compungido como matan otra vez impunemente y ante sus narices a un paraguayo.

Lo peor es que el gobierno ya ni siquiera intenta guardar las apariencias porque sabe que su acción o, lo que es peor, su inacción, no tendrá ninguna consecuencia. Por eso, desde ayer no rodaron cabezas en la Policía y en las Fuerzas Armadas, ni el ministro del Interior fue convocado de urgencia a Mburuvicha Roga a rendir cuentas de este nuevo fracaso.

No pasó nada, como si nadie hubiera muerto. Obviamente, así como lo demostró en su discurso ante el Congreso, los paraguayos que son víctimas de la violencia y el terror, no existen en el país de ensueño del presidente de la República.

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