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No se aprendió la lección

La economía paraguaya debe ser una de las más fáciles de manejar en el mundo. Es sencilla. No tiene factores de riesgo como en otros países, que dependen de un producto único para funcionar eficientemente. No tenemos una población muy considerable, es súper manejable, apenas unos 7 millones y medio de personas,  un bono de gente joven, buen clima, buena tierra, buena gente. En fin, una suerte de paraíso en la tierra. Recordamos tragicómicamente a Sotero Ledesma, aquel personaje de la época stronista, que sostuvo para quien quisiera oírlo que el “Paraguay era el país de las maravillas”.

Razones tenía, claro que en aquella época todo era más duro, especialmente en cuanto a libertades y derechos humanos.

Hubiera sido un paraíso si no había tanta corrupción. Una pena toda Latinoamérica, todos los países la misma cosa, líderes corruptísimos tanto de derechas como de izquierdas o centristas, todos cortados por la misma tijera. Llegados al cargo para meter la mano en la lata del estado y volverse millonarios. Rodearse de una camarilla también sinvergüenza para cometer todo tipo de tropelías. Ayudar gua’u a la gente pobre con programas sociales traídos de los pelos que terminaban arruinando la economía global de los países y de la región entera.

Recordamos palabras premonitorias de un director ya fallecido, no vamos a anotar su nombre porque es controversial, pero que nos reunió a sus jóvenes periodistas cuando cayó la dictadura y sentenció algo que nos pareció raro: “De ahora en adelante va a estar de moda la palabra corrupción”, nos dijo. Muchos de nosotros ni siquiera la habíamos oído hasta entonces. Cuánta razón tenía.

Hasta hoy la palabreja y lo que ella conlleva sigue siendo materia de titulares principales no solamente en los diarios de la región, sino de todo el mundo.

Pero volvamos a la economía paraguaya. HC hizo un gobierno extraordinario, controlando la corrupción, pero suprimiéndola de cuajo de tres entes claves para la buena marcha de la economía paraguaya.

No dejó que nadie metiera la mano en la lata sobre todo en Itaipú, Yacyretá y Petropar. Con eso bastó para hacer obras extraordinarias y para pasar a la historia, que aún no está escrita, como uno de los mejores gobernantes de los tiempos modernos del Paraguay.

Con el dinero de Itaipú se sembraron obras extraordinarias, impensadas, a lo largo y a lo ancho de la República. El sumun de todas ellas es el barrio San Francisco, donde unas 5.000 personas viven hoy totalmente a salvo de la terrible inundación que está sobreviniendo.

Lo mismo en Yacyretá, aunque en menor escala, pero haciendo lo suyo.

Y finalmente Petropar. Sitio de latrocinios que parecían eternos, cortó los “chorros” de aquí para allá, bajó el precio del combustible, ¿cómo? ¿Acaso ello era posible? Bajó también el precio del gas en varias oportunidades y tuvo a raya a las voraces distribuidoras acostumbradas a ganar el mil por ciento con  ese negocio.

Lo primero que hizo el nuevo gobierno fue “poner de nuevo las cosas en el lugar de antes” en estas entidades. De hecho lo había prometido en uno de sus primeros actos de campaña y entregó de nuevo Petropar a las distribuidoras que lo primero que hicieron es subir el precio de los combustibles y empezar así un pequeño descalabro en la economía, que está empezando a desacelerarse y que no sabemos a dónde irá a parar.

Ojala que se rectifiquen los rumbos. Que todo sea transitorio. Sólo para dejar contentos a los muchachos. Y que luego las cosas vuelvan a su cauce. Es muy sencillo como quedó visto. El país está primero.

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