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“Pep” Farrar y Ever Almeida

ASUNCIÓN. (José María Troche).- El fútbol tiene cosas a veces inexplicables. Y que muchas veces los aciertos son corazonadas, más que otra cosa, también es verdad. Así los casos de River Plate y Nacional que, desde que comenzó la temporada se pulsearon por numerosos entrenadores, más o menos a la misma altura del camino recorrido encontraron lo que buscaban.

Y ¿Qué es lo que buscaban? Que alguien los saque de la mala racha, los aparte de peligroso camino de descenso y o lleve de nuevo hacia la gloria.

En el caso de Nacional, se dio plenamente con Ever Almeida que, recordando éxitos pasados con la Academia, les devolvió las ganas de jugar, el mejor fútbol del plantel, la autoestima y la confianza en sí mismo “que habían perdido los jugadores”, según el propio DT. Hoy volvieron las sonrisas en Nacional y se encadenaron tres triunfos consecutivos para poner distancia del descenso y soñar con la clasificación a un torneo internacional.

En cuanto a River, la llegada de Daniel Farrar coincidió con el renacimiento de las esperanzas, la vuelta a los triunfos, uno de ellos, espectacular, como fue la goleada ante el pintado Sol de América, y con menos espectacularidad, el triunfo frente a Capiatá, ambos en terrenos extraños. Y, sobre todo el descubrimiento de la riqueza del plantel, explotar los talentos dormidos y hacer que la hinchada riverista recupere la esperanza “aunque el camino es muy duro y difícil”, según el joven DT, ya que River necesita al menos 7 triunfos en los 10 partidos que quedan para intentar quedarse en la división mayor.

Son las dos caras de una misma moneda, de una ingrata función que del paroxismo de la alegría puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos, en la pesadumbre del fracaso. Uno, experimentado, con un curriculum deportivo excepcional, con más títulos en su mochila que ningún potro futbolista al menos del continente: Almeida. Y el otro, arrastrando fracasos en su intención de ser futbolista, dirigiendo aficionados y como más reciente referencia, la reserva de Luqueño.

Pero los dos con el mismo ímpetu. Y con sapiencia. El uno, por la experiencia. El otro, por los estudios y porque se fijó en lo que hace “Pep!” Guardiola y se preguntó ¿por qué no hacerlo aquí? En River encontró la ocasión de hacerlo. Tal vez por aquello de perdido por perdido, pero lo cierto es que ganó el 50 por ciento de los partidos y mira con optimismo el futuro que el fútbol le depara.

Son dos caras, de una misma moneda, de una ingrata profesión.

¡Salud!

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