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Petta nos toma por idiotas

No hay cosa más inaguantable que el burro que, además de burro, se siente superior. Ese es el problema de Eduardo Petta, pero no de ahora, ya como ministro de Educación. Siempre tuvo esa actitud petulante y soberbia, como director de la caminera, y como senador, cargo que consiguió a través del Encuentro Nacional, partido al que traicionó cuando se dio cuenta de que no sería reelecto y se quedaría sin nada. Porque él puede ser burro, pero tiene la viveza necesaria para mimetizarse en lo que le convenga para obtener beneficios.

La incapacidad que ha demostrado desde el momento que fue elegido ministro del MEC fue puesta en evidencia no solo por la clase política sino también por los gremios de docentes, que se encontraron con un muro de irracionalidad y desconocimiento absoluto de los vericuetos del cargo, uno de los más sensibles para todo gobierno que pretenda mejorar las condiciones de sus ciudadanos.

Solamente su incapacidad puede justificar que el MEC no haya estado preparado para cubrir los puestos que dejaban vacantes los docentes jubilados, dejando a cientos de estudiantes al aire, sin profesores y sin clases, arriesgando peligrosamente, incluso, que muchos pudieran quedar sin terminar sus estudios.

Parece que Petta no solamente no entiende lo que debe hacer como ministro, sino que está tan alejado de la realidad, que piensa que está al frente de una secretaría de Estado de algún país de primer mundo, como Finlandia, que posee el mejor sistema de educación del universo. O es eso, o es un soberano patán que, como no sabe qué hacer para solucionar los cada vez más acuciantes problemas del sector, se defiende ridiculizando a quienes le plantean los reclamos justos y urgentes.

Se sabe que la falta de docentes que cubran los puestos dejados por los jubilados sigue tan acuciante como hace unos meses, motivo por el cual estudiantes de todo el país se encuentran movilizados, demostrando una madurez y un compromiso con su futuro del cual carece absolutamente el responsable de la política educativa de este gobierno.

Pero él cree que puede engañar a esos jóvenes y a la ciudadanía en general. Así que, al preguntársele cuándo se solucionará este grave problema, no tuvo mejor idea que preguntar dónde faltan docentes, asegurando que todas las vacancias habían sido cubiertas, como si la realidad pudiera cambiarse a su antojo.

A casi 10 meses de la asunción de este gobierno, si hay algo que quedó claro es que no será Petta quien encabece algún cambio sustancial en el sistema educativo nacional. Es un inútil y soberbio, al que no le interesa para nada ser objeto de críticas ni señalado por todos como el responsable del fracaso de la gestión del Ejecutivo. Lo que resulta inentendible es que el presidente de la República persista en conservar a este personaje que tanto daño le hace y que consigue que cualquier promesa de mejorar la educación suene falsa e irrealizable.

Es sabido que los ministros son fusibles y que durante el primer año el sistema es de prueba y error, por lo que no es extraño que quienes fueron nombrados al inicio sean cambiados a medida que se comprueban que no están a la altura de la responsabilidad que se les otorgó. En el caso de Petta, ni siquiera se necesitó que transcurra todo este tiempo para saber que no funciona y que con él al frente del MEC, el gobierno está destinado a fracasar en el área educativa. Ya es hora de que el presidente tome cartas en el asunto y le dé un corte definitivo al problema. Hay que dejar de perder el tiempo en un tema tan fundamental para el avance de los ciudadanos de este país.

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