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Policías, fiscales y jueces, culpables de la inseguridad en el país

Por: Telmo T. Ibáñez Jara (telmoijara@gmail.com)
Por: Telmo T. Ibáñez Jara ([email protected])

La decena de caballos locos, luego motochorros y hoy motochorros asesinos se han multiplicado rápidamente a partir de aquellos pioneros que empezaron en Asunción y luego en Ciudad del Este. Ya es común que incluso en el interior del país aparezcan estos delincuentes quienes actúan en connivencia con policías, fiscales y jueces.

La Policía Nacional maneja la ficha de más de 2 mil motochorros, los fiscales y jueces duplican la cantidad por los casos que investigan y en algunos casos, cuando las evidencias prueben en forma contundente y las víctimas o la Fiscalía actúa con firmeza también se castigan. Un alto porcentaje de los delincuentes, casi el 90 % son reincidentes.

Ahí empezamos con las causas y consecuencias de esos fugaces delitos que tímidamente empezaban en el microcentro de Asunción, el Mercado 4 y zonas puntuales de la capital del país, para rápidamente imitarse o falsificarse como tantas otras producciones en Ciudad del Este, hoy en día se convierte en un gran flagelo nacional.

El porcentaje de las víctimas de motochorros es preocupante, antes que reducirse se incrementa, se duplica y tiende a multiplicarse, mientras las autoridades nacionales, fiscales y judiciales caen a un viejo argumento bíblico, de la manzana de Adán, quien fue convidado por Eva y ésta engañada por la serpiente.

La Policía atrapa a los motochorros y otros delincuentes cuando existen evidencias y casualmente una patrulla se encuentra en el lugar o simplemente recoge a los mismos luego de la riesgosa como corajuda intervención vecinal, que reflota la famosa versión: “emuña, eite, ejoko, eipokua, eipykua, ehái’o eipy’aka ha ehejándema chéve” (correle, echale, atajale, maniatale, sacale el paladar y dejá a mi cargo).

Por encima de ésta chistosa anécdota, en la mayoría de los casos, las víctimas declaran que minutos antes pasó por el lugar un vehículo policial, como dando garantías y transmitiendo coraje a los ciudadanos, para regresar varios minutos de la denuncia a pesar de la inmediata llamada telefónica a la Comisaría jurisdiccional o el Sistema 911.

En éstos casos, debe ser el principio de toda investigación, a qué unidad pertenecía el móvil policial, quién estaba al mando del vehículo, cuál es su jurisdicción, que hacía por el lugar, correspondía o no que un determinado uniformado esté al mando de la patrullera o simplemente se trataba de una cobertura para los delincuentes.

Las dudas y sospechas van más allá, acaso la Policía no tiene un expediente de los motochorros de su vecindad y si no tiene referencias de la función laboral que desempeña en el lugar y en base a ello pesquisar no solo para chantajear sino además para ir descabezando a las organizaciones delictivas que ya son muchas.

Si se trata de un ataque de motochorros, acaso la Policía no tiene la foto de los delincuentes más comunes por zona o ciudad, o deberemos de aplicar el viejo chiste popularizado por Carlitos Vera, cuando un borracho detenido en la Comisaría pregunta… -¿Quiénes eran los de las fotos colgadas en la pared?… Y tras la áspera y amenazante respuesta… policial que se trataban de peligrosos delincuentes, replica…-¿Por qué no le detuvieron durante la sesión de fotos?…

El Sistema 911 se pasa con largas esperas, interrogantes intranscendentes, infantiles, estúpidas y tediosas. Como ejemplo  deberían imitar a los periodistas quienes apenas reciben una información buscan la reacción, réplica o se llegan al lugar de los hechos casi instantáneamente como lo hacen los bomberos voluntarios.

Cuando la víctima se llega incluso a las oficinas del 911, los trámites son más largos que un año bisiesto, primero debe dirigirse a la Comisaría jurisdiccional, de ahí partir a la Fiscalía, el Ministerio Público remitir la denuncia ante el Juzgado de turno y luego el denunciante podrá tener las imágenes del asaltante si aún está con ganas de reconocerlo, esto si no resulta víctima fatal o de una grave lesión.

Mientras la misma Policía se pasa en trámites burocráticos, los delincuentes seguirán cometiendo decenas y centenares de asaltos, últimamente poniendo en riesgo la vida de terceros. Cuanto más larga sea la espera o reacción policial, también se alargará la sospecha hacia los uniformados y las instituciones que cooperan con la misma.

Pero la Policía no actúa sola, también una gran responsabilidad recae sobre los agentes fiscales con quienes tienen la obligación de realizar las investigaciones, si en cada jurisdicción se lo responsabilizare a cada agente policial por una determinada gavilla, ésta práctica podría dar resultado.

Por demás está repetir que un trabajo en equipo siempre resulta más efectivo, junto a la Policía, la Fiscalía y los jueces actuando comprometidos en devolver la paz al país, combatiendo patrióticamente en la lucha del bien contra el mal, se verá en poco tiempo los resultados.

La Policía muchas veces se lamenta porque un determinado delincuente recupera su libertad y advierte que empezarán nuevamente los asaltos, al tiempo de despotricar “calladamente” contra los fiscales que no imputan y jueces que no condenan o facilitan medidas.

En ésta trilogía; POLICÍA-MINISTERIO PÚBLICO-PODER JUDICIAL,  que debe trabajar por recuperar la paz en el país, en primer lugar figura la Policía Nacional, como la institución más importante y visible, pero junto a ellas las otras dos tienen una gran responsabilidad por reencauzar sus compromisos con la sociedad paraguaya.

Generalmente el delincuente está reconocido por la sociedad, porque no hace otra cosa que engañar, estafar, robar, asaltar y últimamente hasta matar no puede la Policía ignorar esa situación y si acaso llegase la denuncia a nivel fiscal y judicial, si aún continua libre es porque nuestro sistema de seguridad no funciona o quienes deben ejecutar no cumplen a cabalidad y lo que no sirve se debe desechar.

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