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Postergados por ambiciones personales

Cada vez que terminan unas elecciones respiramos aliviados pensando que el siguiente año no será político y habrá tiempo para que los líderes dejen de competir entre ellos y se dediquen a los grandes temas nacionales tan postergados, salud, educación, trabajo, pobreza, reforma agraria, y todo lo que una y otra vez se archiva en algún cajón oscuro porque el proselitismo de las campañas electorales todo lo absorbe.

Así fue después de las municipales de noviembre del año pasado. Dijimos entonces, por fin, hasta las próximas elecciones generales, tenemos más de un año libre de cualquier campaña electoral y se podrá poner manos a la obra y dedicarnos a lo importante, lo que podrá definirnos como país.

Pero no hay caso. Otra vez tenemos que dejar de hablar de los temas postergados porque algunos políticos, cuyo norte son sus ambiciones personales, han decidido que cuanto antes empiecen sus campañas electorales, más chance tendrán de ganar en 2018.

Lo peor es que dos de ellos, Nicanor Duarte Frutos y Fernando Lugo, ni siquiera están habilitados por la Constitución Nacional para pelear una reelección presidencial, pero así y todo, han decidido entorpecer cualquier acción que pudiera culminar en un beneficio general y no particular.

A los dos expresidentes se suma Mario Abdo Benítez, quien está abiertamente en campaña como precandidato colorado a la Presidencia de la República, cuando que, como titular del Congreso, debiera tener un poco más de conciencia social y preocuparse por la situación de la ciudadanía, poniendo un poco de cordura en ese despelote en el que se han convertido ambas cámaras legislativas, en las que se hace de todo, menos legislar a favor del pueblo.

Es una bofetada a la ciudadanía que estos tres personajes logren de nuevo posponer los problemas nacionales para centrar el debate en las elecciones de 2018. Y ni siquiera es un debate político serio, a través del cual la ciudadanía pudiera conocer a los candidatos y optar por el mejor. No. Son discursos de barricada, con los que lo único que se hace es ofender y disparar al gobierno, el enemigo común para los tres, cuando que, en realidad, son ellos los enemigos del pueblo.

Da vergüenza tener que escribir y analizar siempre los mismos temas como si nos resignáramos al chiquitaje, a la miseria, a ese intento desesperado y tozudo de sobrevivir con todo el universo en contra, cuando que lo que quisiéramos es hacer planes, presentar alternativas y aplaudir logros de compatriotas que, como nosotros, pelean ese país mejor que hace tiempo nos prometimos a nosotros mismos.

Pero una y otra vez la clase política paraguaya, baja, soez, ambiciosa e ignorante de las necesidades de sus conciudadanos, nos obligan a bajar el nivel del debate y girar como tómbola sobre lo mismo, sus enfrentamientos estériles y absurdos, que no conducen ni conducirán a ningún lado.

Algo debe ocurrir para cortar por lo sano y retomar el curso que la historia nos tiene reservado como nación. Pero mientras sigamos sometidos a las ambiciones personales de estos políticos sinvergüenzas no vamos a salir del fango. Salvo que ocurra algún milagro, y ya sabemos que últimamente no abundan.

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