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¿El principio del fin?

Nuestro país lleva casi 15 años de crecimiento económico sostenido, motivo de reiterados elogios en foros internacionales, sobre todo por el pronunciado contraste con la situación de los países más fuertes  de la región, como Brasil y Argentina, sumidos en una profunda crisis. Tenemos un Producto Interno Bruto (PIB) que aumenta al ritmo del 4%, la deuda pública y las tasas de inflación más bajas del continente, unas abultadas reservas monetarias, que hasta hace poco superaban con creces  los US$ 8.000 millones y un reducido déficit fiscal, estratégico para alcanzar los citados logros. En resumen, una economía sumamente ordenada y en condiciones de seguir avanzando. Sin embargo, en el horizonte comienzan a levantarse nubarrones,  que ya motivan la preocupación de técnicos y observadores, no así de la dirigencia política, la cual destila irresponsabilidad e ignorancia.

El tratamiento que se le está dando  al proyecto de Presupuesto General de la Nación (PGN) en la Comisión Bicameral del Congreso es una muestra inequívoca de esto último. Como se sabe, existe una Ley de Responsabilidad Fiscal que le pone un límite del 1,5% del PIB al déficit presupuestario del Estado, lo que hasta ahora ha resultado manejable. Pero, ¿qué está ocurriendo en esta materia?

Primero, como la economía crece, ese porcentual fijado también representa ahora una suma mayor, cercana a los 200 millones de dólares. Segundo, y aquí empieza a enturbiarse el panorama, los legisladores ya “inflaron” el presupuesto en otros 200 millones más, por ahora, lo que si se aprobara así implicaría un pasivo de US$ 400 millones. Y como remate de este capítulo económico tan importante, las recaudaciones están registrando una disminución, según informa la SET, agravadas por desaciertos del gobierno, que eliminó el IVA a las cooperativas y pospuso el pago de ciertos tributos. En resumen, se proyecta gastar más de lo que teníamos, bastante más en comparación a los últimos años, mientras que las expectativas de recaudación son menores; la peor de las combinaciones.

Pero sigamos en el campo de la política. El proyecto de Presupuesto preparado por Hacienda está siendo vapuleado por los propios oficialistas y sus aliados en ámbitos del Congreso, donde son mayoría, mientras es defendido por los que están en la vereda de enfrente a la del gobierno, como es el caso del bloque de Honor Colorado. Una auténtica paradoja o, mejor, la expresión del “kachiairato”  que caracteriza a nuestra política y de la comprobada falta de liderazgo del presidente de la República, incapaz de poner orden en su propio” gallinero”, en donde abundan los “gallos” y cada uno hace lo que quiere.

A esto se suman otros hechos que, en parte, son consecuencias de lo que sucede en otras regiones del mundo, como la apreciación del dólar, a raíz del aumento de la tasa de interés en los EE.UU. Eso hizo que nuestra moneda se deprecie y  esté a punto de alcanzar y superar la barrera de los G. 6.000, lo que en un país importador como el nuestro, ejerce una presión inflacionaria, contenida por el BCP a costa de inyectar en el mercado más de US$ 1.000 millones y disminuir las reservas internacionales.

 La presión inflacionaria también es fruto de otras medidas que necesariamente se traducen en el alza de los precios, como el aumento de los combustibles, el excesivo e injustificado incremento del gas de consumo familiar y la reciente suba de los pasajes del trasporte público.

Las alarmas se fundan en estas razones, entre las que se destaca el peligro letal de que se apruebe un presupuesto deficitario; camino que condujo al desastre a los países de la región.

Si seguimos este rumbo, abonado por  la inacción de un gobierno débil e irresoluto, el panorama que se presenta es por demás sombrío. Se recortarán los programas sociales y otras inversiones, total, si no hay plata para financiarlos “simplemente” no se ejecutarán según lo previsto, lo cual sería muy malo, sobre todo para esa amplia franja de compatriotas que más necesitan. O bien declararán carnaval y gastarán más de lo que son capaces de generar, pero esto, hay que decirlo con toda las letras, significará el principio del fin de nuestra estabilidad económica.

En cualquiera de los casos, el retroceso sería tremendo, nos pondríamos “a tono” con los países vecinos, en el peor de los sentidos, y resultaría una desgracia para nuestro pueblo.

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