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Qué se puede esperar de la disidencia colorada

Para que un partido político funcione como tal, sus miembros deben tener ideología y metas comunes; de lo contrario sería un rejunte sin sentido, en donde gobiernen los intereses personales y no los generales. Tenemos ejemplos recientes con el Partido Encuentro Nacional y Patria Querida, que surgieron primero como movimientos electoralistas, mezclando izquierdistas con derechistas y si bien tuvieron su época de esplendor, esta fue efímera y ahora, en ambos partidos, permanece apenas un puñito de gente que no tiene otro lugar a donde ir.

El Partido Colorado siempre fue otra cosa, no un rejunte, sino una asociación de personas con una visión de la realidad bastante parecida y objetivos comunes. Por supuesto dejamos fuera de esto a la ANR en tiempos de la dictadura, cuando se convirtió en vocera de los abusos y dejó fuera a los verdaderos colorados.

Pero ya no estamos en dictadura. Ahora ya no hace falta agachar la cabeza o salir del país para criticar, cuestionar o plantear alternativas a las que ofrecen las autoridades nacionales o partidarias. Dentro de la ANR, la disidencia tiene espacios ganados y que fueron respetados a la hora de conformar la nueva mesa directiva. En los dos principales tribunales, Electoral y de Conducta, el número de miembros de Colorado Añetete es igual al que tiene Honor Colorado. Todo esto indica que ya no es tiempo de desafiar a la autoridad al solo efecto de hacer oposición de barricada, sin propuestas y sin diálogo.

La disidencia es minoría –por eso es disidencia; de lo contrario sería oficialismo- salvo en el Senado, en donde un matrimonio anormal con la izquierda le da una mayoría coyuntural. Y la minoría tiene que saber que debe aceptar las reglas de juego y que estas son establecidas por la mayoría. Esto es así aquí y en el Congo y si los seguidores de Mario Abdo Benítez no lo han descubierto todavía, es porque tienen nula trayectoria política (algo que no podemos pensar de un viejo zorro como Juan Carlos Galaverna).

Pero los disidentes no quieren respetar las decisiones de la mayoría. Así que mañana van a acudir a los tribunales para denunciar a su partido, el partido de sus miles de correligionarios a quienes piensan pedir el voto a fines del año que viene. Un partido que les da sustento y razón de ser y a través del cual consiguieron una banca en el Congreso.

Pero lo van a denunciar porque ellos piensan que deben ser libres y que no tienen por qué obedecer ningún mandato partidario y que la disciplina es un cuento chino, sin razón ni sentido, sólo válido para el oficialismo.

En realidad, lo que demuestran los disidentes es una absoluta intolerancia y desconocimiento de las reglas de juego de la democracia representada por los partidos políticos. A ellos sólo les interesan sus opiniones y decisiones. No están dispuestos a negociar ni a concertar nada. Y como no pueden salirse con la suya ahora pretenden que sea la Justicia la que actúe en lugar suyo.

Qué se puede esperar de un sector político que actúa con tanta intolerancia. Imaginamos que si llega al poder, será mucho peor porque allí tendrá la mayoría necesaria para eliminar de su camino a quienes estén en contra o piensen diferente. Dios nos guarde de una nueva dictadura.

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