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¿Quién le pone el cascabel a Payo?

Suena inverosímil, pero parece que en el Senado hay un gran temor hacia Paraguayo Cubas, quien, por lo visto, se impuso a los otros 44 legisladores, incluyendo a los truchos, en base a groserías, agresiones y violencia.

Lo más extraño de todo es que a nadie debería sorprender la actitud del representante de Cruzada Nacional, quien lleva años haciendo lo mismo ante cualquier problema que enfrentara. Defecó en el despacho de un juez, luego le pegó con un cinto, agredió a quienes lo cuestionaban y pintó paredes en el Ministerio Público de Ciudad del Este.

Así que siempre se supo que esa es su forma de hacer política, baja, vulgar y violenta. Así consiguió una banca en el Senado y logró que su segundo ocupara una en Diputados. Por lo tanto, si había algo inevitable era que continuaría con el mismo estilo ya en el Parlamento. ¿Cuál es la sorpresa entonces? ¿Por qué se ve la incapacidad de reaccionar de sus pares, que parecen espantados y muertos de miedo?

Cuando el presidente del Senado, Silvio Ovelar, dijo que el lunes pasado, la mesa directiva analizaría lo ocurrido el jueves, cuando Cubas armó un escándalo de ribetes intolerables, agrediendo a varios de sus colegas y amenazando a Beto con volver a incendiar el Congreso con él adentro, todo el mundo pensó que se resolverían duras sanciones contra el abogado esteño.

Pero resulta que ocurrió todo lo contrario. Se decidió que se multará con parte de su sueldo a los senadores que lleguen tarde o que falten a las sesiones sin causa justificada, algo que, por cierto, la ciudadanía lleva años reclamando, pero como lo hace por mecanismos legales, respetando las normas vigentes, jamás fue tenida en cuenta. Ahora, que llegó un patán prepotente y violento, que pide lo mismo pero a golpes, la cámara toma en serio el reclamo.

Si a esta actitud permisiva y entreguista de la mesa directiva de la cámara le sumamos el débil intento de plantear una suspensión de 60 días para Cubas, que luego fue retirado abruptamente por los mismos que habían impulsado su presentación, no nos queda más que concluir que en la cámara reina el miedo, no sabemos si al cinto de Payo, o a la posibilidad de convertirse en objetivo de sus denuncias y acusaciones.

Ahora resulta que un nuevo delirio del payaso es que pretende expropiar los campos de golf de un club privado de Hernandarias, con el objetivo de ceder los terrenos a los pobres que no tienen tierras. Hasta parece loable su intención, si no resultara más que evidente que lo que pretende es violentar todas las reglas de convivencia. Resulta paradójico que, como gran productor de proyectos de ley (algo de lo que le gusta presumir) se muestre como un claro desobediente a las leyes vigentes.

Puede que el sector privado, que ahora parece ser la víctima de sus amenazas, resuelva reaccionar y buscar la forma de poner freno al descontrol de este legislador que, hasta ahora, lo único que ha hecho en su paso por el Congreso fue generar desastres y descontrol.

Sin mayores pérdidas de tiempo, la mesa directiva de la cámara debe tomar una postura firme y decidida para frenar a Cubas; de lo contrario, el Senado caerá en un pozo más profundo y oscuro que ese en el que ahora está.

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