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Sí, importa

Las redes sociales estuvieron divididas ayer entre quienes aplaudían la decisión del Senado, de terminar, por fin, el juicio político al ministro de la Corte Sindulfo Blanco, y los que decían que ya era tarde, puesto que, aunque fuera condenado, solamente dejaría el cargo un mes antes de su jubilación y que una sentencia en su contra sería meramente testimonial.

Si creemos en las graves acusaciones en contra del ahora exministro, podríamos pensar que una condena testimonial no afectaría mucho a alguien que durante años abusó del cargo, de las leyes y de los privilegios que vienen con él, para su beneficio y el de su entorno, a tal punto que, ayer, uno de los fiscales del juicio político lo definió como “el rostro de la corrupción de la Justicia”.

Pero no es cierto. Sí importa esta condena, hasta para Blanco. Dentro de unas 3 semanas, se hubiera jubilado como ministro de la Corte Suprema de Justicia, con todos los privilegios de los que gozó durante todos los años en los que integró el máximo tribunal de la República. Sería considerado un referente por periodistas, analistas y estudiantes, que podrían verlo como un ejemplo a seguir. Porque, así como tiene detractores, Sindulfo Blanco también tiene defensores, sinceros o no, dispuestos a dar la cara para desmentir las acusaciones.

Esto ya no va a pasar. A partir de ahora, cada vez que se nombre a Blanco, o se lo busque en Internet, no figurará solo como un exministro de la Corte, sino como uno que fue juzgado, condenado y expulsado del cargo, vía un juicio político. Y se mencionarán las causas por las que esto ocurrió, cuestiones que tienen que ver con delitos comunes como el prevaricato, o el mal ejercicio en sus funciones.

Lo ocurrido ayer en la Cámara de Senadores fue aleccionador. Más allá de que haya habido intereses políticos en juego, lo que se puso en marcha fue la verdadera renovación judicial. Si bien es cierto que hay gente que considera que esta se inició con la designación de dos nuevos ministros, considerados honestos y probos, poco será lo que ambos puedan hacer si los siete restantes son corruptos, venales y genuflexos. Por lo menos ahora, hay uno menos.

Uno de los argumentos más recurridos por la defensa de Blanco es que él forma parte de un cuerpo colegiado, por lo que le parecía una persecución que fuera el único juzgado y no hayan sido incluidos los otros integrantes del mismo. La acusación dejó en claro que es bien sabido que el ahora exministro no es el único con cuentas pendientes con la ciudadanía y la misma Justicia, pero era por quien se había decidido empezar.

El próximo será César Garay, contra quien también pesa una acusación de la Cámara de Diputados. Lo más probable es que siga el mismo camino porque las cartas están echadas y no son favorables para el devaneo y la excesiva complacencia que demuestra la Corte con demasiada frecuencia. Lo más probable es que después vengan algunos de los otros, sobre quienes también pesan graves denuncias que tienen que ver con el manoseo de la Justicia en beneficio propio.

Claro que importa lo que ayer ocurrió con Sindulfo Blanco. Puede que sea cierto que la condena tardó demasiado tiempo, pero llegó. Y lo hizo antes de que fuera demasiado tarde, como sí ocurrió con Bajac. Es importante notar que, por lo menos en algunos casos, el Senado aprende de sus errores.

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