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Son el presente

Por: Marilut Lluis O’Hara
Por: Marilut Lluis O’Hara

Un momento tan duro como el que estamos viviendo los paraguayos, víctimas de las apetencias personales de una clase política que durante demasiado tiempo ha permanecido ajena a las necesidades de la gente, tiene, sin embargo, un punto positivo, la decisiva participación de los estudiantes, secundarios y universitarios, quienes, sin importar el sector al que decidan apoyar, están dispuestos a jugarse todo por el país al que aman y respetan.

Me van a decir que esto no es nuevo, y tienen razón. Ya en la primavera del 2015, a través de un movimiento impresionante, estos jóvenes cambiaron la historia de la Universidad Nacional de Asunción, y lograron que el rector, decanos y colaboradores terminaran en la cárcel.

Los secundarios tuvieron una victoria parecida cuando, mediante una resistencia firme y contundente, obligaron a renunciar a la entonces ministra de Educación, Marta Lafuente, marcando un hito histórico porque entre sus reivindicaciones, pidieron y consiguieron, que haya una firme decisión gubernamental para elevar el nivel educativo paraguayo.

Sé que en este momento hay sectores de estudiantes que se reúnen para buscar mecanismos conjuntos para enfrentar los desafíos actuales y futuros. Y lo hacen con el convencimiento de que hace mucho dejaron de ser el futuro de la patria para convertirse en su presente, en sus escuderos, en sus protectores.

Hasta hace unos años, teníamos la terrible sensación de que la juventud paraguaya había perdido el norte; que los que no habían caído en la manipulación de los badulaques, se alejaron de la realidad a través de su música estridente o el absoluto desinterés hacia lo que ocurría a su alrededor.

Lamentábamos entonces que ya no existiera el fervor de ese sector juvenil que durante la dictadura debía esconderse en catacumbas para decir lo que pensaba y evitar la muerte que les acechaba a la vuelta de la esquina. Particularmente, pensaba que esas ansias de cambiar el mundo habían desaparecido durante la transición, víctimas de la ambición económica, de la indiferencia y de la superficialidad de una sociedad hipócrita y pacata, que está dispuesta a transar hasta con el diablo para no perder los pocos privilegios que tiene.

Pero esas ansias no desaparecieron. Estaban allí, en calma, a la espera de un hecho que justifique su regreso. Y volvieron con tantas fuerzas que su arrastre ya es innegable.

Estos jóvenes ya no están dispuestos a permanecer indiferentes o agazapados, ajenos a lo que ocurre en el país. Tampoco tienen la más mínima intención de mantenerse como meros espectadores mientras los adultos, los que debiéramos darles el ejemplo de compromiso hacia la patria, la destruimos con nuestra intolerancia y ambición desmedida.

Ellos vienen marchando. Con firmeza, con compromiso, con decisión. Algunos apoyan la enmienda, otros la rechazan. No importa. Todos ellos serán quienes decidan el futuro político de este país, que los tiene como la mejor garantía de que sus necesidades serán tenidas en cuenta.

No importa qué apoyen los jóvenes paraguayos que hoy están jugándose en las calles. Me siento orgullosa de todos ellos.

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