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De tal palo, tal astilla

El viceministro de Educación, Robert Cano, está enojado con los medios de comunicación que le reclaman la cantidad de niños y jóvenes que tendrán que reanudar las clases con escuelas y colegios que se vienen abajo, con estructuras precarias y peligrosas, y, por si fuera poco, sin merienda escolar y sin cuadernos y lápices, y reaccionó demostrando todo lo animal e ignorante que puede llegar a ser una persona que ocupa un cargo tan importante como el suyo, solamente por estar en el sector político adecuado.

Según Cano, el MEC no es ministerio de alimentación, ni de construcciones, ni librería, por lo que, quien ose cuestionar algo, solo tiene que limitarse al ámbito de la educación. Por lo visto, el viceministro piensa que está en una Secretaría de Estado del primer mundo, en donde la gran mayoría de la clase estudiantil está bien alimentada, cuenta con recursos suficientes para tener sus útiles escolares y los edificios educativos son de primer nivel, con todas las comodidades, incluidos acondicionadores de aire.

Lo que hizo el vice, además de mostrar una desubicación increíble, es poner en exposición su gran ignorancia, porque no sabe que el sistema educativo del cual habla, en un país tercermundista como el nuestro, justamente es un “sistema” que comprende muchos factores que este bruto desconoce, incluyendo la comida de los chiquitos que, mal alimentados, no pueden aprender nada, o los baños, los techos y los pupitres.

Claro que cuando uno se percata de que este personaje está en el organigrama de una institución que está encabezada por Eduardo Petta, pareciera que las cosas caen por su propio peso. Es muy difícil pretender que un segundón pueda tener más luces que su propio jefe, así que Cano, finalmente, responde a lo que el ministro del MEC piensa y pone en práctica.

Como ejemplo tenemos a la antecesora del viceministro, Nancy Ovelar, quien, con pienso y capacidad, fue destituida del cargo por atreverse a utilizar la cabeza y el sentido común y pretender que la educación era una cuestión prioritaria que debía abarcar también las necesidades más básicas del inmenso número de niños y adolescentes carenciados. Era de las que pensaban que alguien mal alimentado no estaba en condiciones de aprender a leer y a sumar.

O Cano ya vino así, torpe e ignorante, o aprendió a costa de su antecesora que lo mejor para sobrevivir bajo las órdenes de un personaje como Petta era fingir demencia y presumir de idiota, lo cual muy bien puede ser posible ya que unas expresiones como las que lanzó ayer, de que se debería dejar de criticar al MEC por la condición en la que se encuentran los locales educativos, o por la falta de merienda o útiles escolares, solo pueden ser motivadas por alguien muy burro, o muy vivo.

Sea como fuere, la verdad es que resulta espeluznante que uno de los sectores más débiles, necesitados y fundamentales de la sociedad, que es la educación, esté en manos de gente que no tiene ni el sentido común, ni la preparación, ni la sensibilidad para estar allí.

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