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Un drama que viene muy bien

El vía crucis de los tomateros cerrando las rutas para vender su producción que amenaza con pudrirse en las chacras, hace que uno se pregunte. ¿Pero, será un  problema tan difícil para el Gobierno solucionar este asunto?

En realidad a fuer de justicia, deberíamos decir, para todos los gobiernos, porque el problema se viene arrastrando exagerando un  poco, desde la época de la colonia probablemente.

El ciclo se repite todos los años con  los tomates y también con otros rubros frutihortícolas. Llega la hora de la cosecha y el mercado está inundado de productos que entran de contrabando de la Argentina, a mejor precio y más calidad, debido posiblemente no a la inutilidad de nuestros labriegos, sino al soporte técnico y financiero más adecuado por parte de las autoridades del vecino país.

Entonces lo que corresponde simplemente hacer es cerrar las puertas al tráfico ilegal,  aunque sea durante el tiempo que dure la cosecha y haya sobreabundancia del producto. Ya que el consumidor paraguayo tanto estima el contrabando, por los mejores precios lógicamente, lo cual es utilizado por los encargados del control como escudo para perpetrar sus fechorías, sin ningún tipo de problemas, coimeros de alma como son todos.

Atajar el contrabando primero. No hablamos de erradicarlo. Eso llevará más tiempo. Luego ver los canales de comercialización que puede controlar el Estado, que son  muchos y lo primero que nos surge en la mente es,  por qué no usar estos productos en el almuerzo y la merienda en las escuelas y colegios, donde se usan toneladas de estos rubros. Más aun tratándose del tomate, que tiene miles de usos en el tema de la cocina y que puede fácilmente ser preservado si se lo convierte en salsas, en puré, etc.

Pero no. Se tiene que esperar la desesperación  de los productores, el corte de rutas,  con el terrible problema que se crea a quienes circulan  por ellas, para empezar a tomar medidas sobre el asunto. No puede ser. Esos funcionarios tienen que ser removidos todos, debe empezar un nuevo tiempo, luego de la tremenda crisis política que exige cambios drásticos en todos los órdenes,  aquí también, empleados públicos pachorrentos, corruptos y sin imaginación, deberían irse a sus casas.

Se habla tanto de impulsar la agricultura familiar campesina y se le dan esos golpes. Por supuesto que seguirá la emigración del campo a la ciudad, para formar los cordones de miseria, los “asentamientos”, llenos de motochorros y delincuentes.

Y luego el gobierno invierte en “seguridad”. Tiene que invertir en recursos humanos guapos que salgan al campo, vean las necesidades del pueblo y no permitan jamás que se vuelvan a producir estos inconvenientes.       Tomateros cortando rutas, una verdadera verguenza.

La rebelión de los tomateros quizás resulte realmente oportuna en estos momentos en que el presidente Abdo debe tomar decisiones cruciales sobre sus colaboradores. En el ámbito rural, no se han  hecho bien  las cosas y una de las pruebas está a la vista. El reclamo de esta gente que es el padecimiento anual de miles de familias campesinas que buscan su sustento en las labores del agro.

No se puede seguir jugando con ellos. A poner mejores funcionarios. Preocupados por la suerte de sus compatriotas y con  ganas de refundar un nuevo país más justo y equitativo con sus habitantes.

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