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Un gran fraude, como su herencia

La caradurez es un signo distintivo en la mayoría de los políticos, aunque a veces no deja de sorprendernos, como cuando, por ejemplo, los que fueron beneficiarios directos del latrocinio stronista, de los más escandalosos que se hayan perpetrado en toda América Latina, pretenden dictar cátedras de “honestidad” y “transparencia”. Es el caso del senador Mario Abdo Benítez,  “Marito”, líder del movimiento Colorado Añetete, quien durante un acto proselitista realizado por su sector, el pasado miércoles, pontificó sobre sus presuntas cualidades morales y atacó a algunos colegas suyos por carecer de ellas, omitiendo un hecho monumental: La vida de lujos y privilegios que siempre disfrutó, se cimenta sobre el robo descarado al pueblo paraguayo por parte del dictador y su camarilla, de la cual su padre era una pieza de primerísimo orden.

El tema que motivó la ofuscada arenga del senador fue el pedido realizado por sus pares del oficialismo para que la Contraloría realice una auditoría a la gestión administrativa de la Cámara Alta, durante el período del 2015 al 2017, cuando él y Robert Acevedo se desempeñaron como presidentes del cuerpo legislativo. “Quién no la debe no la teme” (sic), fue la respuesta que divulgó en una de las redes sociales al tomar conocimiento del hecho, agregando que “con esto no nos amedrentan”.

No sabemos si “Marito” tiene algo que temer o no sobre su gestión como titular del Senado. Esa es una frase hecha, utilizada por todos los que son o serán investigados, cuya veracidad se demuestra recién al término de las pesquisas. Pero sí tiene que temer, y mucho, sobre el origen de su patrimonio, de su herencia proveniente de un ladrón consumado, como fue su padre.

Durante el régimen dictatorial, el saqueo a los bienes públicos se produjo de manera escandalosa, brutal, hasta nauseabunda. Los “popes” de la época no solo lucraban mediante fabulosos negociados, sino que además metían la mano directamente en las arcas de las instituciones del Estado, como si fueran su caja particular. Se apropiaban de grandes extensiones de tierras      -las más ricas- que tenían por finalidad la “reforma agraria”, de lotes urbanos, cuando no de estancias y casas de perseguidos políticos. En suma, “libaban las mieles del poder”, de uno caracterizado por su insaciable voracidad, además de por el terrorismo que practicó durante más de tres décadas. Pues bien, uno de esos “popes” era “Don Mario”, eterno secretario privado del tirano y padre del senador.

Así, el dinero de “Marito”, o una parte significativa del mismo, no solo está manchado de la sangre derramada por ese régimen criminal para ejercer el poder absoluto, sino que tiene un origen definidamente “mal habido”, por ser fruto del hurto.

Demás está decir que ni él ni los hijos de otros bandidos son responsables de los delitos cometidos por sus progenitores. Eso de por sí no los hace culpables. Pero cuando se trata de hechos tan sonados, de casos archidivulgados, mal podrían alegar desconocimiento de lo sucedido y si, en lugar de someter sus bienes a una investigación para determinar su legalidad, se limitan a disfrutar de la “dolce vita”, entonces se convierten en herederos espurios de una fortuna que no les pertenece y en personas carentes de catadura moral para tan siquiera mencionar palabras tales como honestidad, rectitud o integridad.

El líder de “Añetete”, sin embargo, hace uso y abuso de esos conceptos, se erige en juez inquisidor de sus adversarios, un ejemplo del “deber ser”, capaz de hacerle sombra a cualquiera; pero hasta que devuelva lo robado y pida disculpas por haber usufructuado lo ajeno por tanto tiempo, la imagen de “chico sano” que pretende vendernos no es más que un gran fraude, al igual que la fortuna que recibió del padre.

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