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Cada vez menos honorable

El Senado está dando muestras de lo que hace tiempo percibe la ciudadanía, que ha perdido todo rastro de honorabilidad, como aún intentan presumir los legisladores. La sesión de ayer, más que otras veces, se convirtió en un mercado público, en el que no se manifestó ni siquiera ese mínimo respeto que suelen tener los hipócritas entre sí, cuando se muestran como decentes y respetuosos mientras meten la mano en nuestros bolsillos.

Las agresiones han llegado a tal punto que la transmisión en directo de la sesión se ha convertido en un éxito total ya que es mucha la gente que disfruta al ver hasta qué punto han caído los sucesores de Waldino Lovera o Evelio Fernández Arévalo. Si esta es la muestra de cómo ha disminuido el nivel de la clase política criolla, deberíamos pedir socorro. Bajezas, ofensas, agresiones, palabrotas, todo en lo que debiera ser el templo de los reclamos ciudadanos, la “caja de resonancia” como les gusta decir a algunos.

En realidad, todos pecamos de ilusos porque no deberíamos sentirnos sorprendidos por el bajo nivel al que llegaron los senadores, porque desde el inicio de este período, el 30 de junio del año pasado, ya dieron una muestra clara del tipo de Parlamento que tendremos que soportar hasta el 2020.

Porque si bien lo ocurrido ayer es la expresión más grosera del Senado, probablemente ni siquiera es la más grave, puesto que, en términos institucionales, la mayor degradación moral y política, parodiando a Galaverna, radica en el hecho de que hoy la cámara está compuesta por 43 senadores y dos personas que no fueron electas ni proclamadas.

Qué se puede esperar de senadores que comparten, negocian, trabajan, sancionan leyes y, hasta soportan agresiones, de Rodolfo Friedmann y Mirta Gusinky, quienes usurpan bancas que no les corresponde porque el electorado paraguayo, en los comicios de abril del año pasado, decidieron que querían que el Senado esté integrado solamente por 13 senadores, y ellos quedaron en los puestos 14 y 15, respectivamente.

El atropello institucional que se produjo en ese momento, al incluir a dos no senadores y dejar fuera a otros dos que sí lo son porque cumplieron con los requisitos estipulados en la Constitución, fue tan grave y tan contundente, que debía habernos advertido que este Parlamento superaría todos los récords en materia de degradación y burla a la ciudadanía.

Así que ahora nos escandalizamos por nuestra propia ingenuidad, y nos enojamos porque, en lugar de sancionar leyes que pudieran mejorar la calidad de vida de la gente y reducir los índices de pobreza, prefieren lanzarse acusaciones mutuas, porque agredir y ofender es lo que saben hacer, lo que hicieron siempre.

No hay forma de que este Parlamento recupere la institucionalidad y la honorabilidad a las que renunció en el momento en el que decidió violar la Constitución y desobedecer a la voluntad popular. Cuando uno acusa a otro de ser ladrón, insecto o sepulturero, debería mirarse al espejo, porque eso es exactamente lo que son todos los integrantes de la cámara cuyo funcionamiento es una permanente violación a las instituciones.

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