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Vox populi, ¿vox Dei?

Tal como se preanunciaba, la Convención del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) se pronunció a favor de cerrar todas las puertas a la posibilidad de instituir la figura de la reelección, sea vía enmienda o por medio de la reforma de la Constitución. Aducen que la postura tiene como objeto la “defensa de la democracia” ante supuestos intentos de reinstalar el autoritarismo; un mal pretexto que no oculta el hecho cierto de que no quieren competidores fuertes, ni provenientes del coloradismo, como lo sería Horacio Cartes, ni tampoco en el campo de la oposición, ya que la sola habilitación de Fernando Lugo borraría de un plumazo los sueños (¿delirios?) presidencialistas de Efraín Alegre. Y de contenido, lo resuelto por los convencionales es tan antidemocrático como cuando una mayoría circunstancial de senadores rechazó la enmienda, pues, en términos prácticos, implica que nos niegan a 4 millones de electores el derecho a expedirnos a favor o en contra de tan importante cuestión.

Los anti reeleccionistas quieren hacernos creer que si se autoriza a este o cualquier presidente a pugnar por un segundo mandato, después podría ser por un tercero, cuarto, hasta instalarse nuevamente el vitaliciado. La pregunta es ¿de qué premisa parten para llegar a semejante conclusión?  Si la respuesta es del período 1954-1989, como dicen algunos, cuando Stroessner era reelecto cada cinco años, lo que están diciendo, aun sin quererlo, es que el dictador no fue dictador, valga la reiteración, sino un hombre muy “popular”, que era votado por la mayoría de los paraguayos en cada elección. Pero no es así.

La dictadura stronista fue fruto de un golpe de Estado contra un gobierno democrático, el de Federico Chávez, de la ANR. Stroessner no “se hizo” dictador porque fue “reelecto” muchas veces. Lo fue desde el primer día de su asunción al poder y luego montó una estructura constitucional y legal

que contemplaba desde leyes liberticidas, como la 294 y 323, hasta elecciones regulares, que eran burdas parodias. Era la “democracia sin comunismo”, que en realidad significaba sin oposición real, salvo la colaboracionista, que le hacía el juego al participar en comicios que no eran libres y mucho menos trasparentes e integrar después el Congreso, como muchos “ilustres” hombres del liberalismo, entre ellos, Alberto “Beto” González y el propio Domingo Laíno, por citar a algunos exponentes del radicalismo auténtico.

Al contrario de lo que afirman los anti reeleccionistas, en el mundo abundan los ejemplos de democracias, incluyendo a las más avanzadas, en las cuales los ciudadanos tienen el derecho a reelegir por un periodo más a sus presidentes, si así lo quisieran, como sucede desde los Estados Unidos hasta el extremo Sur de nuestro Continente. Y por supuesto, así como tienen derecho a ser reelegidos, el elector también lo tiene para decirle nones.

Como puede observarse,        quienes se oponen “por principio” a la reelección, supuestamente para preservar la democracia, solo defienden sus mezquinos intereses. El objetivo que persiguen es “sacar de la cancha” a los candidatos con más chances, que es una manera indigna de acceder al poder político.

Pero más grave que eso, no les interesa en lo más mínimo lo que piensa la mayoría de los paraguayos, pisoteando así uno de los preceptos básicos de todo demócrata, para quien “la voz del pueblo, es la voz de Dios”, que no es el caso de nuestros anti reeleccionistas, claro está.

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