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Ya nadie cree en nada

Cuando nos ponemos a pensar en la diferencia de la actitud ciudadana en el inicio de la cuarentena, allá por marzo, y la que tiene ahora, cuando parece pensar que todo no es más que un circo y hay que farrear hasta que venga el fin del mundo, uno se pregunta si esto se debe a que de verdad se ha perdido el miedo al virus o si el prolongado encierro ha minado la determinante decisión que tiene todo ser humano de proteger su vida y la de los suyos.

Lo cierto es que en marzo, todos creíamos en los que se pudieron al frente de la crisis pandémica y tomaron las riendas de la cuarentena sanitaria. A nadie, en ese momento, se le ocurría siquiera pensar que había oscuras intenciones en quienes nos pidieron que nos quedemos en casa, a pesar del feroz golpe que eso implicaba a nuestros bolsillos. Y en ese entonces, apenas teníamos 2 o 3 fallecidos por día y unos 20 casos positivos.

Pero nos encerramos y permanecimos así hasta que empezaron a liberarse las fases y allí sí ya no hubo contención posible. La posibilidad de volver a salir a la calle, no solo a trabajar sino a farrear, a reencontrarse con amigos como si hubieran estado alejados más de un siglo, hizo que la gente perdiera ese sentido común que hace que queramos proteger nuestras vidas y mantener a salvo a los nuestros.

Claro que esto no es solo cuestión de un análisis psicológico. Hay motivos más mundanos que hacen que la gente ya esté podrida del encierro, y no tienen nada que ver con la inconsciencia que nos pasamos denunciando a través de los medios todos los días. Los ídolos de la lucha contra la pandemia demostraron tener pies de barro y su empecinada lucha por vencer al virus pareció estar motivada más por la posibilidad de hacer negociados que por salvar a la población. La corrupción en tiempo de pandemia fue mucho más dura que la que sufrimos durante toda nuestra historia reciente.

Pero resulta que a pesar de los corruptos, los badulaques y los descreídos, el virus sigue cada vez más vivo en nuestra comunidad. En la última semana, hubo días en que la cantidad de contagiados superó las mil personas y el nivel de ocupación de las camas en los hospitales públicos está casi al 100%, debiendo recurrir con mucha frecuencia al sector privado.

Que no creamos en el Covid-19 no hará que desaparezca. Al contrario, apenas estamos cruzando los dedos para que el 8 no haya ningún descontrol en Caacupé. Y a la vuelta de la esquina están el cobro del aguinaldo, Navidad, Año Nuevo y Reyes, eventos que tienen la característica de hacernos sentir superhéroes. Aquí, hasta ahora, el único superhéroe es el bicho de porquería. Ojalá reaccionemos para que, a pesar de las batallas perdidas, no le permitamos ganar la guerra.

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