El Carnaval es un evento sagrado para los pobladores de la ciudad.
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Alcalde evangélico recorta presupuesto para el Carnaval, en Río de Janeiro

El Carnaval es sagrado en Río de Janeiro. Pero el alcalde evangélico, Marcelo Crivella, no comulga con la fiesta y redujo a la mitad las subvenciones para el desfile, sometiendo a las escuelas de samba a una carrera de obstáculos. Muchas de ellas ven el recorte de subvenciones del alcalde como la concreción de una “guerra” anunciada.

RÍO DE JANEIRO.- Cuando recibieron la noticia en junio, las 13 “escolas” amenazaron incluso con suspender el show y echar por tierra el Carnaval más famoso del mundo. Pero las aguas se calmaron. Y a falta de un mes exacto para que la locura del “Rey Momo” se apodere de Río, las máquinas trabajan a todo vapor en la Ciudad de la Samba, donde se elaboran los majestuosos carros y disfraces para el Sambódromo.

HABRÁ DESFILE

Con la dosis de creatividad y reinvención que siempre caracterizaron al Carnaval, y para desagrado de Crivella, reivindicando incluso su lado más irreverente, habrá desfile. “Con dinero o sin dinero, yo disfruto el Carnaval”, es el tema que este año eligió para desfilar Mangueira, una de las escuelas más tradicionales y populares de Río, cuya samba repite: “Pecado es no disfrutar del Carnaval”.

Toda una declaración de intenciones impulsada por su joven director artístico, Leandro Vieira. “El recorte de la subvención nos obligó a adaptar los recursos para hacer un Carnaval bonito, grandioso, pero acomodado a esa nueva realidad”, dice a la AFP este “carnavalesco”, de 34 años y firme defensor de la tradición de la fiesta, cuando las escuelas bajaban de las favelas con aquello que tenían a mano.

Reaprovechar estructuras antiguas o simular la exuberancia a través del brillo falso forman parte de los recursos que se usarán en los desfiles de este año que, además, debieron tener un cuidado extra con la seguridad después de los sonados accidentes de 2017.

“Fue un año difícil”, ratifica Fabio Pavão, miembro de la dirección de Portela, ganadora junto a Mocidade de la pasada edición del concurso de Carnaval. “Las ‘escolas’ necesitamos del apoyo del poder público. Y con un alcalde al que le guste el Carnaval, todo es mucho más fácil”, apunta.

El año pasado, un mes después de asumir el cargo, Crivella, un exobispo evangélico de 60 años plantó al “Rey Momo” y no le entregó las llaves de la ciudad, como lo hicieron todos sus antecesores. Tampoco asistió a ningún desfile.

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