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Elecciones, estafa y engaño el pueblo

Por: Cirilo Ibarra Enciso. Periodista de ADN en Mariano Roque Alonso
Por: Cirilo Ibarra Enciso. Periodista de ADN en Mariano Roque Alonso

“Vox populi, vox dei”, es una frase que se habría empezado a utilizar desde los albores del siglo XII y que significa “voz del pueblo, voz de Dios”. Es decir, la opinión popular reflejada en las urnas, por ejemplo, revela la voluntad de Dios y se debe obedecer.

Teniendo en cuenta los últimos acontecimientos en nuestro país y sabiendo que las elecciones cuestan muchísima plata, se impone la pregunta ¿vale la pena seguir tirando ponchada de dinero en una contienda electoral?

Hoy, así como están las cosas, así como se manejan las autoridades electas el pasado 22 de abril, aquellas elecciones fueron de estafa y engaño al pueblo.

Con esta situación, no vale la pena, no se justifica movilizar a tanta gente, gastar tanta plata. Sólo habría que conformar un grupo de “impolutos” legisladores, “defensores” de la Constitución Nacional, los hábiles para desacatar disposición de la Justicia Electoral e ignorar una resolución judicial, para decidir qué hacer y a quienes “proclamar”.

Que el jefe de esa batuta sea el héroe del clericalismo, ese mismo que ratificó aquello de que “no todo lo que brilla es oro”, porque así llegó Fernando Lugo, ensotanado y así empezó una lírica campaña proselitista, cargada de idealismo y alardes de moralidad. Terminó de la peor manera, resulta un cura pederasta o pedófilo, un obispo con hijos. Ese es Fernando Armindo Lugo Méndez.

Este personaje se cree Todopoderoso y se atribuye facultades increíbles, convocando a personas que no ganaron, ni fueron proclamadas para jurar y asumir como senadores activos, como Rodolfo Friedmann y Mitha Gusinky. Dejó de lado a Nicanor Duarte Frutos, proclamado por el Tribunal de Justicia Electoral para asumir una banca en la Cámara de Senadores.

Pero dentro de esto que llamamos estafa y engaño al pueblo, por el hecho de no respetar la voluntad popular, no se puede apartar al mismo presidente electo, Mario Abdo Benítez, quien nombró para su gabinete a elegidos parlamentarios, como Luis Castiglioni, Arnoldo Wiens y Dany Durand.

Y estos mismos no debieron aceptar, porque ellos ante el pueblo se comprometieron a trabajar 5 años en el Congreso, en representación de esa ciudadanía que los votó.

Cuando en una democracia se acude a las urnas, el resultado se acepta, no hay discusión. Es así el sistema democrático, guste o no, convenga o no.

Aquí se puede rememorar aquella frase del presidente argentino, José Domingo Perón: “el pueblo no se equivoca”. Se trata de una expresión considerada poco menos que un dogma de fe, por los que ganan, sean ellos quienes sean.

Una democracia exige la aceptación de los resultados de las elecciones, de cabo a rabo. Puede haber, y de hecho surgen comentarios como: el pueblo no sabe votar, el pueblo se equivocó, etc. Pero eso debe tomarse como parte del folclore y nada más.

Lo que sí el pueblo no debe olvidar es que al ganador o a los ganadores, no les debe dar un cheque en blanco, solamente toda la confianza para trabajar, con las propuestas que ellos mismos presentaron.

Y el pueblo está obligado a exigir que se respeten las leyes, no esperar que se cometan primeramente los delitos de corrupción para denunciar, porque con ella se pierde tiempo, un funcionario de la Fiscalía da vueltas y más vueltas para no tomar una denuncia, porque ello implica trabajar más o tal vez puede afectar algún jefe o padrino.

Y con respecto a los costos multimillonarios de las elecciones, hay que decir que ya no tiene la menor justificación. Evidentemente ya no es a la democracia que se solventa, sino a unos dirigentes políticos sinvergüenzas y a su clientela.

Los ciudadanos deben incluir entre sus reclamos públicos la finalización de este saqueo en favor de políticos parásitos, especialmente lo relacionado con el subsidio a los partidos políticos, en vez de destinar tan importantes sumas de dinero para atender las necesidades de la población.

Actualmente, el aporte se calcula el 15%  del jornal mínimo, que sería de G. 11.775 por cada voto en el Senado, en Diputados y las juntas departamentales.

No se cuentan los votos obtenidos en la candidatura presidencial, de los gobernadores y parlamentarios del Mercosur. El Partido Colorado es el que se acredita mayor monto, por lo que obtuvo mayor cantidad de votos y como ejemplo se puede mencionar estos datos. Para el Senado llegó a 766.841 votos, 927.183 para Diputados y 838.235 para las juntas departamentales.

Total suman 2.532.259 votos, por lo que deberían recibir G. 29.817 millones (US$ 5.140.000), sin contar con el aporte estatal, que es un rubro diferente.

En este punto también hay que decir, la mala utilización de ese recurso. Y aquí el ejemplo va ser el PLRA. Lejos de lo que establece el Código Electoral, sobre el destino que se debe dar a esa plata, el presidente de ese partido, Efraín Alegre, utilizó los recursos partidarios para costear los reiterados viajes y gastos de estadía en Montevideo, mientras visitaba a los “refugiados” liberales, que incendiaron el Congreso y que huyeron de la justicia de nuestro país.

Dentro de este panorama, basta de elecciones. Que se deje a cargo de unos 10 o 15 “seres superiores” que decidan por millones de paraguayos.

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