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La naturaleza cobra al contado

Por: Telmo T. Ibáñez Jara (telmoijara@gmail.com)
Por: Telmo T. Ibáñez Jara ([email protected])

Está demostrado que los cambios climáticos obedecen a los delitos ecológicos que viene cometiendo seguidamente el hombre. Las lluvias intensas, tormentas frecuentes y olas de calor son muestras de la reacción que se viene dando de parte de la naturaleza hacia los que intencionalmente han dañado su propio hábitat.

Cuando el hombre modifica características del terreno que ayudan a direccionar o drenar el agua, los cambios resultantes pueden ocasionar inundaciones. La tala forestal y la pérdida de vegetación como resultado del sobre-pastoreo o del cultivo producen la pérdida de la tierra que separa y limita los ríos, haciendo crecer su lecho, en otras colmantando y ocasionando inundaciones.

Son los primeros aspectos que debemos considerar ante las atroces consecuencias del gran diluvio que afecta al norte del país y también en otras regiones. Uno de los casos más aleccionadores se dio en la comunidad denominada como “Laguna 7”, en el distrito de Yby Yaú, en un bañado donde existían 7 lagunas, de las cuales solo quedaba una.

Con el diluvio que afectó al norte del país, las 6 lagunas virtualmente desaparecidas o cubiertas por un interminable pastizal y otros cultivos al recibir de nuevo una gran cantidad de agua como lo experimentaban en otra época, explotaron y avanzaron hacia el campo hasta llegar a la “Lagunaí” la única sobreviviente de las 7 aguadas, ésta no resistió la presión de sus 6 hermanas y avanzó con dirección a la comunidad llevando consigo la escuela, la cancha comunitaria y parte del patio de la capilla. Milagrosamente no sucedió lo mismo con las viviendas.

El fenómeno también se registró en gran parte de los departamentos de Concepción, Amambay y San Pedro, con innumerables daños dejando rutas y puentes destrozados siempre por la gran presión del agua. Es que los cambios en el canal de un arroyo y más aún cuando su zona de mitigación o protección natural desaparecen por obra y gracia del hombre, también éstos pueden inundar rápidamente su vecindad.

Los millones de litros de agua caída en una serranía como la del Amambay requieren la amortiguación natural de una exuberante vegetación que a su paso puede absorber una importante cantidad del vital líquido y permitir que lentamente su canal llegue al tope. Al desaparecer los inmensos bosques, las aguas de lluvia llegan a toda velocidad a presionar los terraplenados de rutas y o estructuras de puentes y alcantarillados en muchos casos destruyendo a su paso.

No es ningún secreto que las estancias e incluso pequeñas granjas tienen sus represas para aprovechar los cauces de agua y utilizarlos durante las sequías que también son cada vez más duras.

En las ciudades igualmente se cometen los mismos errores, avanzan las poblaciones o ganan parcialmente nuevos terrenos al rellenar o cambiar los canales naturales pero ésta es la hora en que la naturaleza pasa su factura y cobra al contado.

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