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Mario Abdo Benítez, “Marito”, aportó los votos de los “Añetete” y, en alianza con Efraín Alegre, presidente del PLRA, ungieron al senador Robert Acevedo como titular de uno de los poderes del Estado, haciendo caso omiso a los oscuros antecedentes que lo vinculan a la mafia del narcotráfico. Hoy, cuando el cuestionado legislador es protagonista de un bárbaro atropello para impedir el decomiso de mercaderías ingresadas de contrabando en Pedro Juan Caballero, guardan un silencio cómplice, al igual que los medios de Aldo Zuccolillo y Antonio J. Vierci.
ASUNCIÓN.- En junio del 2016, el oficialismo colorado estuvo a punto de tener la mayoría para elegir al presidente del Senado y el Congreso para el período que se iniciaba un mes después. Pero una jugada rápida del “grupete” integrado por colorados disidentes y sectores de la oposición, impuso a Acevedo. La desesperación que tenían estos legisladores era tan grande que lo eligieron sin fijarse en sus antecedentes y en la escasa preparación que tenía para ocupar un cargo, nada menos, que como presidente de uno de los poderes del Estado.
Porque Acevedo era uno de los menos indicados para ocupar ese cargo, ya que desde hace años se lo vincula con la mafia del narcotráfico de la zona de Amambay, de donde es oriundo.
Lo cierto es que los disidentes, encabezados por Mario Abdo Benítez, y el oficialismo liberal manejado por Efraín Alegre, aportaron los votos principales y consiguieron imponer su mayoría para seguir manejando la cámara a su antojo. De hecho, durante todo el año en que ocupó el cargo, Acevedo no fue más que un soldado al servicio de Marito y su “grupete”.
Y ahora está recibiendo el pago por los servicios prestados. O por lo menos eso es lo que parece ante la vergonzosa postura de disidentes y opositores ante el escándalo de Acevedo, y su clara intención de evitar que fueran decomisados productos de contrabando de un negocio de Pedro Juan, ligado políticamente a él y su hermano José Carlos, intendente de la capital de Amambay.
Pero no pensemos que la cuestión termina con el “grupete”. Va mucho más allá, hasta los poderosos empresarios de la comunicación Aldo Zuccolillo y Antonio J. Vierci, quienes pretendieron minimizar de manera escandalosa la información de lo ocurrido en Amambay, buscando, también ellos, proteger la imagen de alguien que no tiene mucho que cuidar porque su nombre ya está bastante ensuciado.
