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El quiebre que ocurrió en el PLRA la semana pasada hace que se aleje mucho más la posibilidad de que los liberales tengan alguna chance de llegar al poder en el 2018. Los conflictos internos hacen que resulte muy difícil para los demás partidos de oposición verlos capaces de liderar una concertación para enfrentar a los colorados. Las actitudes dictatoriales de Efraín Alegre complican el panorama electoral y hacen pensar en una nueva derrota del sector.
ASUNCIÓN.- Si para los colorados resulta imprescindible llegar a una unidad para las elecciones generales, esto se vuelve apremiante para los liberales, no precisamente porque solos pudieran vencer al oficialismo, sino porque ningún sector opositor los verá como opción válida si ni siquiera son capaces de solucionar sus problemas internos.
Hasta antes de las internas, la rivalidad de los movimientos internos era natural y aceptable; las diferencias dan vida a un partido ya que la homogeneidad de pensamientos casi siempre despierta sentimientos de sospecha y poca credibilidad.
Pero las cosas salieron de control una vez que Alegre asumió la Presidencia. Y no porque su actuación haya sido una sorpresa, puesto que ya en campaña había quedado claro que lo único que le interesaba era utilizar al partido como plataforma que le sirviera para encabezar una concertación opositora. Al presidente del PLRA jamás le importó la situación del partido, su fortalecimiento interno y su consolidación como primera fuerza de la oposición.
Por lo tanto sus primeras acciones lo que hicieron fue ratificar lo que todos sabíamos, que Efraín recurriría a lo que fuere con tal de garantizar su proyección como figura nacional capaz de ganar las elecciones del 2018. Por eso cambió a los integrantes de los tribunales de Conducta y Electoral, no dando espacio a ningún integrante del Equipo Joven de Blas Llano, porque a él no le interesa tener oposición interna y manejando estos colegiados se aseguraba que sus decisiones no tuvieran apelación posible.
Como la Justicia Electoral frenó la integración de ambos tribunales, manipuló a la convención y consiguió que fueran inhabilitados 6 diputados llanistas que no habían votado a favor de la intervención de la Municipalidad de Ciudad del Este, decidida por el directorio liberal. El mensaje fue claro, nadie que se atreva a desobedecer al partido quedará impune. Con eso se aseguró la lealtad de todos los legisladores en lo que se refiere al rechazo a la reelección presidencial, algo que le saca el sueño porque sabe que ante Fernando Lugo u Horacio Cartes no tendrá ninguna opción de ganar nada.
Lo que no previó es que sus abusos podrían producir una ruptura interna de esta magnitud. Puede que haya pensado que los llanistas se quedarían en el molde o no tuvo la visión para verlos como enemigos de cuidado. Lo cierto es que ahora está más lejos que nunca de convertirse en presidente de la República, y por culpa suya.
