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El senador Víctor Ríos lanzó el súmmum del disparate y una muestra de la ignorancia que destilan muchos políticos a la hora de recurrir a categorías y conceptos teóricos, confundiendo lo que sería una reforma tributaria básica, elemental, primaria, con una… “revolución”, que sin comillas implicaría un cambio de sistema económico, como lo fue de la sociedad feudal a la capitalista o, en algunos países, de esta a la socialista.
ASUNCIÓN.- Dicen que nunca antes las sesiones del Senado, transmitidas por un canal de YouTube, nunca tuvieron tanta audiencia como ahora; y no porque la ciudadanía ha empezado a interesarse en los asuntos del legislativo y la forma como se tratan las leyes, sino porque estos encuentros se convirtieron en verdaderos circos que despiertan sentimientos encontrados, desde la risa al ver sus payasadas, hasta el llano y la rabia, cuando nos percatamos de que de esos payasos depende la consolidación de nuestro Estado de Derecho.
Ríos es senador por el PLRA, pero parece entender muy poco el significado de algunos conceptos bastante elementales para cualquier persona mínimamente entendida en política e ideologías. Pero, en realidad, es el reflejo de muchos de nuestros representantes, a los que les encanta categorizar las cosas y actuar en base a conceptos teóricos.
Intentando criticar el rechazo de aumentos impositivos en el Senado, dijo que “el tema de los impuestos es una cuestión política filosófica, no una cuestión técnica. Lo que pretendemos es que nos convirtamos en una sociedad capitalista. Lo que queremos que se establezca es el pago de algunos impuestos que se pagan en cualquier país capitalista”.
Y añadió que con la reforma tributaria, los sectores que la apoyan no pretenden “un nuevo modelo de desarrollo, no es una revolución socialista. Queremos que de una vez por todas la revolución capitalista llegue al Paraguay”, algo absolutamente disparatado, por donde se lo mire.
Él mismo se contradice, porque primero plantea una sencilla reforma tributaria, y luego dice que será una revolución, no dándose por enterado de que eso significaría un cambio radical del sistema económico. Aquí no se plantea ninguna revolución, sino que se utiliza la posibilidad de sancionar leyes para usarlas como garrote para los enemigos políticos.
