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ASUNCIÓN. Esta mañana se dio entrada en el Senado un proyecto de interpelación al ministro de Educación Eduardo Petta, presentado por legisladores de varias bancadas y que será tratado en la sesión de la próxima semana, por su lamentable actuación al frente de uno de los ministerios más importantes y, especialmente, por los últimos hechos que lo tuvieron como protagonista como la pésima previsión de lo que ocurriría con las clases durante la cuarentena y su chantaje vergonzoso, exigiendo que los niños hagan tareas para que los padres pudieran recibir los kits de alimentos.

Consultado sobre el tema, en lugar de sentirse avergonzado por la situación a la que le llevó su incapacidad para manejar la crisis educativa, muy suelto de cuerpo Petta respondió que “la interpelación no es un castigo, porque no implica una investigación de la Fiscalía ni una intervención de la Contraloría”.

Al contrario, hasta parecía satisfecho con la oportunidad de “responder los cuestionamientos”. Dijo saber que con eso se expondría al voto de censura que pudieran darle los senadores si las respuestas que diera en la interpelación no fueran consideradas satisfactorias.

Lamentablemente, Petta tiene razón. Salvo que se le despierte algún tipo de conciencia y vergüenza, y renuncie al cargo, el único que puede decidir su destitución es el presidente de la República, ya que la interpelación y el voto de censura que pudiera recibir desde el Congreso son meramente testimoniales y no tienen más efecto que una recomendación al jefe de Estado para que lo saque del cargo.

Por eso, con mucha seguridad dijo que “estaré hasta que él diga basta, pero le pongo pasión a lo que hago y seguiré honrando mi función que ya me costó la colocación de dos stent”.