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Aunque pataleen y arañen paredes los desubicados de siempre, la aceptación de la renuncia del presidente Horacio Cartes tendría que ser mero trámite para las cámaras del Congreso puesto que la posibilidad de dejar un cargo es atributo que no se le puede negar a una persona. Hasta el Papa tiene derecho a renunciar –como lo hizo Benedicto hace unos años- así que los argumentos opositores son ridículos.
ASUNCIÓN.- Es imposible pensar que alguien está condenado a estar eternamente en un trabajo aunque quisiera renunciar a él. Nadie puede obligar a nadie a permanecer en un lugar al que ya no quiere pertenecer, así que la postura de los desubicados de siempre, Desirée Masi, Efraín Alegre y demás compinches, solamente tiene la intención de generar crispación y hacer que la ciudadanía se harte de tanto circo.
Cartes renunciará a la Presidencia para jurar como senador de la Nación el próximo 1 de julio. Aunque la Constitución no establece plazo para que lo haga, lo cierto es que no puede tener 2 cargos a la vez, por lo tanto, la renuncia se dará antes de esa fecha, en la que asumirá oficialmente en el Congreso.
El sector más extremista de la oposición, que durante los últimos 5 años ha venido realizando campañas tras campañas para perjudicar al gobierno por alguna cuestión de inquina personal contra Cartes, ha intentado, primero, impedir que el Congreso acepte la renuncia del entonces vicepresidente Juan Afara, y ahora dice que hará lo mismo con el jefe de Estado, quien ya anunció que presentaría el documento ante las cámaras este mes. De hecho, solamente se estaba aguardando que la exministra de la Corte, Alicia Pucheta, renunciara a su cargo para poner en marcha el sistema de sucesión presidencial.
Desirée y compañía pensaron que los colorados no conseguirían la mayoría absoluta en ambas cámaras para aceptar la renuncia de Afara, pero se equivocaron, ya que, con el apoyo de bancadas aliadas, se llegó fácilmente a la cifra exigida por la Constitución. Esto mismo ocurrirá con Cartes y es lógico que ocurra puesto que nadie puede impedir que una persona renuncie a un cargo, porque ese es un derecho que necesariamente debe ser respetado, guste o no.
Hasta Benedicto XVI tuvo la libertad de renunciar al papado, así que pensar que un presidente no tiene ese derecho es totalmente ridículo. Y, por consiguiente, la aceptación del documento tiene que ser mero trámite para las cámaras.
