Soldados de la Guardia custodian los alrededores del Capitolio.
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Biden releva a Trump en la investidura más tensa desde la Guerra de Secesión

WASHINGTON. Estados Unidos celebra hoy la transferencia de poderes presidenciales más tensa en 160 años, desde que Abraham Lincoln asumió el cargo rodeado de hombres armados después de que siete estados hubieran declarado unilateralmente la independencia ante el temor de que el nuevo presidente limitara la expansión de la esclavitud hacia los nuevos territorios del Oeste.

Cinco semanas después, estalló la guerra civil entre los secesionistas defensores de la esclavitud y los defensores de la unidad nacional opuestos a su expansión. Ése no es el caso de EEUU en 2021. Nadie teme una guerra civil entre los partidarios del presidente saliente, Donald Trump, y el ganador de las elecciones del 3 de noviembre. Pero, aun así, la tensión es enorme.

De hecho, Lincoln, al menos, tuvo público. Unas 25.000 personas asistieron al acto. Y también tuvo el respeto de su predecesor. El presidente saliente, James Buchanan, cumplió con la tradición y acompañó al presidente electo al Capitolio, el edificio que alberga las dos cámaras del Congreso de EEUU y en el que tiene lugar la ceremonia de jura del cargo o, como se la conoce en Estados Unidos, la inauguración. Buchanan no se había presentado a la reelección. En su lugar, lo había hecho su vicepresidente, John Breckinridge, que, a pesar de su derrota, estaba en el Capitolio esperando al presidente electo.

Joe Biden no tendrá nada de eso. Por primera vez desde que George Washington juró el cargo el 30 de abril de 1789 en la ciudad de Nueva York (en un acto en el que el barco de la Armada española Galveston disparó trece salvas en honor del nuevo presidente), no habrá público en la inauguración.

El Mall – el gran parque que ocupa el centro de la capital de Estados Unidos, famoso por su presencia en películas de Hollywood – estará totalmente vacío, ante el temor de que los seguidores del presidente saliente lleven a cabo actos violentos como el del 6 de enero, cuando asaltaron el Capitolio, en una acción sin precedentes en la Historia de Estados Unidos en la que murieron cinco personas, entre ellas un policía. Lo único que habrá en el Mall serán 200.000 banderas estadounidenses en homenaje a todas las personas que no han podido acudir a ver la ceremonia.

Ese ‘campo de banderas’ será todo lo que quede de los cientos de miles de personas -el récord, forjado por Barack Obama en 2008, es 1,8 millones- que asisten a estos eventos. Los únicos testigos en carne y hueso de la jura del cargo del cuadragésimo sexto presidente de Estados Unidos serán el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, los congresistas, los embajadores extranjeros y el ‘pool’ de medios que cubre a diario la Casa Blanca. Todas las demás invitaciones han sido canceladas.

Habrá, también, 25.000 soldados con armas de guerra, que ayer concluyeron su despliegue en Washington, una ciudad de apenas 705.000 habitantes, protegiendo el acto. Al menos una docena de ellos fueron ayer relevados de sus funciones después de que el FBI descubriera que son seguidores de la teoría conspiratoria QAnon, que afirma que Trump lucha en solitario contra una red de pederastas que controla el mundo. (Con información de El Mundo)

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