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Fieles reunidos frente a la Basílica de Caacupé, donde el 8 de diciembre se celebrará la principal peregrinación católica de Paraguay en honor a la Virgen de los Milagros, clamaron ayer por la beatificación de la carmelita descalza María Felicia Guggiari, conocida como “Chiquitunga”, que está pendiente de la autorización del Vaticano. Las autoridades eclesiásticas esperan que para los primeros meses de 2018 se emita el decreto.
CAACUPÉ.- La comunidad católica está pendiente de la beatificación de Chiquitunga desde que esta semana se conoció la aprobación del milagro por parte de la Comisión de Teólogos de Causas de los Santos.
El camino hacia la santificación se allanó en junio pasado cuando la junta médica del Vaticano reconoció que no hay explicación científica en una curación que se atribuye a la intercesión de la carmelita, fallecida en abril de 1959, a los 34 años.
El proceso se abrió en 1997 y en 2010 fue declarada venerable por el papa Benedicto XVI, quien proclamó sus “virtudes heroicas”.
“Chiquitunga, Santa ya”, se leía en los carteles de algunos fieles reunidos frente a la Basílica. Las altas temperaturas no desanimaron a esos peregrinos que están pendientes desde que se conoció la aprobación del milagro por parte de la Comisión de Teólogos de Causas de los Santos.
Las autoridades católicas paraguayas esperan que para los primeros meses de 2018 se emita el decreto de beatificación. La beatificación es el paso previo a la canonización de la carmelita, que se podría convertir en la primera paraguaya declarada beata.
Para el día 8 de diciembre se espera la presencia de miles de peregrinos en Caacupé, así como de autoridades del gobierno para asistir a la misa matutina. La peregrinación por la Virgen de Caacupé es una de las celebraciones marianas más grandes de América Latina.
Chiquitunga nació en Villarrica del Espíritu Santo el 12 de enero de 1925 y falleció el 28 de abril de 1959. Ella tiene varios presuntos milagros o “gracias” hasta que el Vaticano los confirme como tales.
La causa de beatificación se inició el 13 de diciembre de 1997 con el arzobispo Felipe Santiago Benítez, quien dio apertura al proceso diocesano. A partir de allí, se formó un tribunal para recoger testimonios de quienes la conocieron, y elaborar la Posittio: una tesis que confirma la vida virtuosa de la persona.
