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ASUNCIÓN.- Francisco José de Vargas, exdiputado y exsenador de la Nación, uno de los más duros luchadores en contra de la dictadura, abogado del Comité de Iglesias y político liberal absolutamente comprometido en el combate a la corrupción, falleció ayer después de permanecer retirado de la política y el derecho los últimos años, prácticamente olvidado por sus correligionarios y la ciudadanía en general.
Pancho de Vargas era una especie de superhéroe, siempre dispuesto a jugarse hasta el alma por aquello en lo que creía. Ese coraje incorruptible no solamente fue su bandera durante la dictadura sino también en los primeros años de la transición democrática, cuando, a cada tanto, parecía que el oscurantismo del pasado amenazaba con volver a apoderarse de nuestro país.
Durante la dictadura, como abogado del Comité de Iglesias, Pancho protagonizó varios eventos contundentes, defendiendo con fuerza y convicción a varios perseguidos por el régimen. Cuando llegó el golpe de Estado, formó parte de esa clase de políticos jóvenes que ocuparon espacios en el Congreso. En la elección del 89, quedó empatado con el febrerista Euclides Acevedo, por lo que se tuvo que hacer un repechaje, repitiendo las elecciones en la ciudad de Horqueta, Departamento de Concepción, en donde ganó ampliamente. Fue la primera vez que ocupó una banca en el Congreso.
Desde Diputados primero y el Senado después, De Vargas fue principal protagonista de todos los procesos que se iniciaron para investigar hechos de corrupción en los sucesivos gobiernos. Fue uno de los creadores de la Comisión Bicameral de Investigación, que se volvió el peor enemigo de los corruptos que se encontraban instalados en las dependencias del Estado.
Aunque sus triunfos no fueron muchos, la CBI logró que algunos funcionarios y ladrones de guantes blancos vayan a parar a la cárcel. Pero después de 3 períodos en el Congreso, Pancho decidió no volver a postularse y también se retiró de toda actividad política. Aunque oficialmente se dice que es porque ya estaba enfermo, hay gente que piensa que, visceral como era, no pudo soportar que muchos de los que habían sido sus compañeros de ruta caían en las redes de la corrupción, y, sobre todo, que toda la lucha de su vida haya tenido tan pocas consecuencias, puesto que el prebendarismo y el clientelismo seguían tan vigentes como en tiempos de la dictadura.
Hace años que nadie lo recuerda, salvo como el padre del exministro del Interior, Francisco De Vargas. Murió en el olvido uno de los hombres más honestos e incorruptibles que tuvo este tiempo político paraguayo.
