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ASUNCIÓN. Ningún estamento de la educación quiere la continuidad en el cargo del ministro de Educación, Eduardo Petta, por su personalidad repulsiva y, sobre todo, su incapacidad manifiesta. Es un escollo en sí mismo para tan siquiera abordar los problemas del sector, pero, por eso mismo, es también la solución. Bastaría con un decreto de remoción, que todos aplaudiríamos.
Por eso resulta tan importante el proyecto que declara el voto de censura en contra suya, que tratará el Senado el miércoles próximo, según pedido planteado por las bancadas de Frente Guasu y Patria Querida, que, sin embargo, tiene resistencia por parte del oficialismo, salvo Blanca Ovelar, quien públicamente anunció que está convencida de que Petta no puede continuar en el cargo.
Los legisladores que apoyan el voto de censura piensan que de esa manera pueden presionar al presidente Mario Abdo Benítez para que lo remueva del cargo. Hasta ahora, y a pesar de las duras críticas que recibe por los sindicatos de educadores, de estudiantes y de la sociedad en general, Petta sigue teniendo el apoyo público del jefe de Estado, el único que tiene la potestad de echarlo a través de un decreto.
Si bien la educación fue siempre una materia pendiente en todos los gobiernos que tuvimos a partir del 89, jamás tuvo al frente un personaje tan incapaz como Petta, que, encima, se pavonea y presume de una capacidad y sapiencia que está muy lejos de poseer.
Todo esto se agravó considerablemente desde el inicio de las medidas sanitarias establecidas por el gobierno para evitar la propagación del coronavirus. Lo primero que se decidió fue suspender las clases, en principio por 2 semanas y ahora ya se habla de que hasta diciembre no hay posibilidades de que el sector vuelva a reactivar.
Esto deja a miles de niños y jóvenes sin clases presenciales, y el MEC de Petta decidió “subsanar” el problema con clases virtuales, sin tener en cuenta que el 70% de los alumnos quedará fuera del sistema, como si no supiera que la conectividad a Internet es todavía un privilegio para habitantes de ciudades cabeceras y con buena capacidad económica.
Los números no cierran en el Senado, y hasta ahora parece que el voto de censura no conseguirá aprobación. Salvo que en los próximos días cambien las posiciones, la posibilidad de que Petta sea sacado del ministerio parece algo muy lejano. La única esperanza es que Marito entienda la necesidad de que al frente de la educación nacional esté una persona capaz, coherente y creíble.
