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ASUNCIÓN. Esa fue la “simple” advertencia que el Departamento de Relaciones Públicas de la Policía Nacional compartió en su cuenta en Twitter. A lo que se refería el mensaje era a la superdiseminación de casos de Covid-19 que desató una sola mujer, identificada como “Paciente 31” y que contagió a más de mil personas.
El 17 de febrero de este año, apareció un caso número 31 en una clínica de salud en Daegu, una ciudad a unos 150 kilómetros al sur de la capital de Corea, en Seúl, donde se encontraba la gran mayoría de las infecciones conocidas.
Una mujer no identificada de 61 años, que vivía allí y en ocasiones viajaba a Seúl, dio positivo por el nuevo coronavirus.
Parecía un caso estándar hasta que las autoridades de salud pública comenzaron a rastrear las huellas del paciente. Lo que encontraron los asustó: la mujer, durante los 10 días anteriores, asistió a dos servicios de adoración con al menos otros 1.000 miembros de su secreta secta religiosa cuyo líder dice que se acerca el final de los días.
En 24 horas, el número de casos confirmados de la nación comenzó a multiplicarse exponencialmente. El recuento aumentó en 20 durante ese período, se duplicó al día siguiente y luego se duplicó nuevamente al tercer día.
Para el miércoles, el recuento se disparó más de 1.000, un aumento de más de 30 veces en una semana que llevó al gobierno a elevar su alerta de salud al nivel más alto. Al menos la mitad de los nuevos casos están vinculados a la secta llamada Shincheonji.
“Lo que empeoró este caso fue que esta persona pasó una cantidad considerable de tiempo en un área muy concurrida”, dijo Kim Chang-yup, profesor de política de salud en la Universidad Nacional de Seúl. “Cada vez hay más miedo y resentimiento entre la gente”.
“El incidente de Daegu ciertamente ha aumentado la conciencia pública sobre la necesidad de distanciamiento social”, finalizó Kim.
Fuente: Times of India
