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Humanizar nuestras penitenciarías

Por: Telmo Ibáñez
Por: Telmo Ibáñez.

Los permanentes amotinamientos en las cárceles del país, los intentos de fuga, algunos de ellos con éxito, las excavaciones, son una muestra de lo colapsado que se encuentra el sistema penitenciario del país. Con aproximadamente 10 mil reclusos y una ínfima cantidad operativa de guardiacárceles desnuda la vieja falencia del Ministerio de Justicia.

Sin pretender ubicar a nuestras cárceles entre las mejores del mundo, como Bastoy, en Noruega; Centro de Justicia de Leoben, en Austria; la HMP Addiewell, de Escocia; Otago (Milton-Hilton), en Nueva Zelanda; Penal de Cordillera, en Santiago de Chile o la de San Pedro, de Bolivia, es urgente una reforma total al punto de “Humanizar” nuestras penitenciarías.

Por referencias son las mejores del mundo, aunque como en el caso de San Pedro de Bolivia, tuvo su crisis por la corrupción imperante en su interior, pero lo importante es considerar los modelos más eficientes para que las cárceles se conviertan en verdaderos reformatorios, tanto en las correccionales juveniles como las penitenciarías para mayores.

De hecho, una sociedad medianamente civilizada se ocupa de aislar, excluir y castigar a los delincuentes, pero no hay mejor sistema que el implementado con pequeñas multas para posteriormente elevarlas al punto de exigir a quienes empiezan con faltas, se sientan obligados a reencauzar sus andanzas antes que sus modales contaminen a la vecindad.

Por algo los países más avanzados aplican la cadena perpetua como la pena de muerte, para los casos en que científicamente se demuestren que determinados delincuentes no se pueden reinsertar a la sociedad. De hecho, ir a prisión justificadamente o no es una enorme desgracia para cualquier persona, sobre todo por la pérdida de la libertad y la dignidad humana.

Esto se agudiza en nuestro país, donde resulta casi imposible para un expresidiario conseguir trabajo, continuar sus estudios e incluso lograr albergue en su familia. Queda como marcado de por vida, en cuanto a la dignidad, sigue latente la leyenda del baño y el jabón en una población hacinada, hambrienta, sedienta y encima ociosa.

A esto debemos sumar las últimas denuncias tras las inspecciones de la cárceles que a más del hacinamiento e insalubridad, se adicionan la comida de muy baja calidad, la inseguridad en los sectores o pabellones de condenados en donde el que no roba, asalta y el que no se defiende muere, el que delata está doblemente condenado.

Totalmente diferente a las experiencias de los países de primer mundo e incluso países vecinos como Bolivia, Chile, Venezuela y últimamente en Brasil, principalmente en las correccionales juveniles. Algunas de éstas instituciones penales dejan casi completamente libres a los reclusos donde lo que importa es que estén presentes a la hora del recuento generalmente a la noche.

En nuestras cárceles, se siguen implementando las zonas vip donde son destinados aquellos privilegiados con recursos para sostener los gastos que se requieren en dicho sector. Buena medida para implementar con las cárceles soñadas, a las que deberían acceder aquellos procesados e incluso condenados que demuestran un buen comportamiento e inspiren confianza.

Nadie querrá cambiar una prisión privilegiada por una en donde no disfrutará de las ventajas de ésta, además la libertad condicional con fuertes medidas de seguridad para prevenir que tanto procesados como condenados sigan  cometiendo otros delitos en la sociedad descongestionará las hacinadas e incómodas penitenciarías de nuestro país.

Tanto en libertad y mucho más en prisión, el ocio es el peor enemigo para carcomer las esperanzas y contaminar las más lúcidas mentes de quienes por desgracia  deben cumplir penas carcelarias. Todo esto puede cambiar, puede dar un giro fenomenal con un pequeño interés y una mínima inversión de las autoridades judiciales en coordinación con los del Ejecutivo Nacional

Lo ideal es que los reclusos sigan sus estudios tanto para concluirlas como para iniciar las formaciones de mando medio, trabajos artesanales, laborales agrícolas, pequeñas empresas e incluso la práctica de cualquier modalidad deportiva podrían ser las alternativas para “humanizar nuestras penitenciarías” a muy bajo costo y reinsertar a los reclusos a la sociedad.

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