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ASUNCIÓN.- Con todo el respeto que merece “El Churero”, conocido personaje en ámbitos de la farándula y en las redes sociales, la nueva “estrella” de Telefuturo, Santiago “Santula” González, le ha robado el personaje de manera alevosa, para trasladarlo al campo del “periodio político”. Le da entidad a cuanto chisme circula en los pasillos del Congreso, algún partido político o se filtra de charlas entre comadres.
En el programa que tiene en el canal de Antonio J. Vierci, el joven comunicador le entrevistó durante una hora al muy “representativo” senador Eduardo Petta, quien, a modo de despedida, comentó que días antes de que estallara la crisis, el presidente Horacio Cartes, por intermedio de un tercero, le habría hecho llegar el mensaje de que se calle.
El comunicador, sea por inexperiencia, por su afición al show, su fanatismo anticartista, o una combinación de estos factores, partió de la base de que Petta dijo la verdad. Nunca le preguntó siquiera quién era el “tercero”, como lo haría cualquier estudiante de periodismo del primer curso, ni se preguntó a sí mismo por qué Cartes querría hacerle callar a alguien que no tiene la menor relevancia política, más allá de la que le brinda la prensa farandulera, que lo usa para fabricar titulares que sirvan a sus intereses.
“El churero”, que en el ámbito de su competencia cumple una destacada labor, cuenta con sobradas razones para reclamarle a Santula por el plagio en el que éste incurre. O bien, puede exigirle a Antonio Vierci un espacio en algunos de sus canales, para hacer como corresponde lo que su “Churero”copia, pero sin el humor ni la picardía que a la talentosa versión original caracterizan.
A “Santula” no lo quieren ni en su nueva casa, Telefuturo, en donde los periodistas están realmente podridos de su postura soberbia y deshonesta ya que se apodera del trabajo de otros para lucirse haciendo plagio. Son varios los funcionarios del canal de Vierci que lo describen como un chanta, un sujeto que no tiene ni capacidad, ni preparación, ni, mucho menos, ética para ser referente de un periodismo serio, como se lo veía hasta hace poco.
