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Crónica de una vil manipulación

Hoy se inicia la huelga de 48 horas convocada por gremios del magisterio, respaldada por organizaciones de estudiantes secundarios que comenzaron a movilizarse desde ayer. Los docentes, en su condición de adultos, saben muy bien cuáles son las reglas de un conflicto, qué pueden obtener y qué no, y apuestan lógicamente a lograr el rédito mayor. Los secundarios en cambio, al margen de la simpatía que siempre generaron y de las muchas demandas justas que plantean, siguen siendo adolescentes, lo que no les resta derechos sino, al contrario, los hace acreedores de mayor respeto y prudencia de parte de los mayores, que sin embargo se lanzan con total descaro a manipularlos para alcanzar sus mezquinos fines políticos partidistas.

“No más libros muertos en las bibliotecas” y la exigencia al MEC de distribuir anualmente los textos para todos los alumnos de la educación media del país, es la reivindicación principal de la Unión Nacional de Centros de Estudiantes del Paraguay (UNEPY). Una de sus voceros, explicaba ayer a la prensa que las tablets no son útiles para los estudiantes del interior, en donde existen problemas con la señal de internet y que en países como Estados Unidos e Italia los libros no fueron sustituidos por los que se encuentran “on line”.

Al planteársele que no somos Estados Unidos, ni Italia, aunque éste no es un buen ejemplo, y que los recursos de los que se dispone son muy limitados, por lo cual, en tanto se generan mayores ingresos, habría que buscar otras alternativas, como resolver los problemas de conectividad y garantizar bibliotecas con los textos básicos en todas las unidades pedagógicas, la respuesta fue contundente: “Los recursos existen, solo que los sojeros no pagan impuestos y entonces no se puede redistribuir”.

En ese caso, se le dijo, los recursos no existen, al menos en el presente. Pueden existir, sea por medio de dicho impuesto u otras fuentes de recaudación, cuando el mecanismo esté en funcionamiento y Hacienda reciba los ingresos, pero hoy por hoy, cuando se prepara el Presupuesto, no se puede contar con ellos.

Pero no hubo caso. Los intentos de reflexión resultaron todos fallidos, al chocar contra el muro del inexistente impuesto a la soja, al que luego se sumó como argumento de igual peso que “a la educación debe destinarse el 7% del PIB”, otorgando así fuerza de Ley a la recomendación de la UNESCO.

Finalmente supimos al menos en qué basaba sus irreductibles afirmaciones la joven estudiante. Es lo que les habría dicho un señor de nombre Francisco Giménez, asesor de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados, muy próximo al Diputado Víctor Ríos, perteneciente al sector “efrainista” del radicalismo auténtico, quien conduce un programa en uno de los canales de Antonio J. Vierci.

La niña no sabe ni tiene porqué saber aún las intrincadas cuestiones relativas al Producto Interno Bruto, qué es y cuánto representa. No sabe ni tiene porqué saber aún los temas referentes al Presupuesto General de la Nación, cómo se elabora, qué porcentaje del mismo va a parar a gastos rígidos, qué significa dicho concepto y cuánto queda para distribuir entre todas las necesidades insatisfechas no solo en educación, sino también en salud, en programas sociales, etcétera, etcétera.

Y si no lo sabe ella, ni tampoco sus compañeros, no es por incapaces, “por tontos”, ni nada por el estilo, sino porque todavía no llegaron al estadio de madurez para adquirir dichos conocimientos, que ni muchos adultos asimilan alguna vez.

Al contrario, los chicos son muchas veces más proclives a entender buenas razones que los mayores, como por ejemplo, que no somos EE.UU ni la decadente Italia, pero que podemos apelar a otras alternativas que se ajusten a nuestra realidad, muchas de las cuales pueden surgir de ellos mismo, y que sirvan para dar grandes pasos en materia educativa.

Hasta que aparece algún “viejo” desubicado, que no respeta el proceso de maduración que están describiendo y les bombardea con algunos “cliché” a modo de titulares, para utilizarlos de manera perversa con tal de llevar algo de agua a su molino.

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