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¿La mejor oposición?

Si hay un partido que se envileció y perdió todo atisbo de credibilidad a partir del golpe de Estado, es el PLRA. Sus dirigentes dejaron bien claro que eran políticos de barricada, incapaces de participar activamente y con resultados positivos en un proceso democrático, porque lo suyo, en la oposición, era el enfrentamiento y, en el oficialismo, la dilapidación de los fondos del Estado.

Por eso resulta hasta gracioso que en su discurso de ayer, para la apertura de la convención liberal, el titular del partido, Efraín Alegre, haya afirmado que ellos, los liberales, son la mejor oposición. Sabemos que este personaje es dado a mentir cuando conviene a sus intereses, pero este es un grado de caradurez que nos sorprendió hasta a quienes lo conocemos bien.

Alegre no tiene la menor idea de lo que es ser oposición y lo ha demostrado siempre puesto que toda su actuación pública ha sido un permanente intento de enfrentamiento con el presidente Cartes, a quien responsabiliza de cualquier cosa, incluso de aquellas que no tienen nada que ver con él ni se acercan a su zona de influencia.

Ser oposición no es vivir en permanente enfrentamiento, poniendo el palo a la rueda a cualquier proyecto, con el único objetivo de trancar siempre las iniciativas del Gobierno. Es obvio que Efraín no ha podido olvidar, hasta ahora, la terrible derrota que tuvo en el 2013 frente a Cartes, quien sigue siendo una piedra en sus zapatos.

Ser oposición es colaborar con el oficialismo cuando el tema lo amerite. Es prestar sus fuerzas para llevar adelante las acciones que otorguen un beneficio general al país, aunque estas hayan sido originadas en la vereda de enfrente. Es poner el hombro para que el carro marche con fuerza y sin cansancio. Otra actitud es ser cualquier cosa, menos una buena oposición.

El PLRA es la peor oposición que hayamos podido tener los paraguayos desde el golpe de Estado para adelante. Y lo es porque, en lugar de ratificar su papel de opción diferente y alternativa válida para la ciudadanía, se mimetizó de mil formas, mostrando que, si la ocasión lo permitía, sus miembros podían ser tan corruptos como aquellos a los que siempre enfrentaron.

Si los liberales pretenden, alguna vez, convertirse en “la mejor oposición”, deben reciclarse, liberarse de la escoria que vienen heredando desde hace varias décadas, y de los aprendices de escoria que han demostrado ser más aventajados que sus maestros.

Deben hacer un mea culpa sincero, asumiendo todos sus errores y el desastroso y vergonzoso papel que jugaron en el periodo de Federico Franco. Y sobre todo, deben liberarse de personajes como Alegre, un tipo venal y sin escrúpulos, que no tiene problemas en violar el estatuto partidario o la Ley Electoral con tal de salirse con la suya. Un personaje que no tiene palabra y ninguna buena intención como presidente del partido.

A lo mejor después de todo esto el PLRA pueda convertirse en una oposición respetable. De lo contrario será siempre el perdedor, el segundón, el opositor reí, sin propuestas ni programas, esclavo eterno de badulaques como Efraín Alegre.

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