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La misoginia de las “lideresas”

Resulta curiosa la reacción de no pocas mujeres, incluyendo legisladoras y  “dirigentas” de organizaciones que se dicen feministas, sobre la reciente designación de Alicia Pucheta como vicepresidente de la República, o “vicepresidenta”, como gusta decir a ellas. “No nos representa”, afirmó la inefable Desirée Masi en plena sesión del Congreso, y sus adláteres, o mejor, “adláteras”,  salieron de inmediato a organizar una protesta masiva… en twitter. Sus fobias políticas tal vez las enceguezcan, pero deberían darse cuenta que están pateando en contra de su propio arco, que con posiciones de esta naturaleza arrojan al basurero todo el discurso de la “paridad”  y dejan al desnudo un alto grado de cinismo, al revindicar  ese derecho solo para las que ellas decidan.

La senadora Masi no se caracteriza por el sentido de ubicuidad, eso ya lo sabemos, pero no podemos pasar por alto otros aspectos aún más censurables, pues detrás de su singular razonamiento se oculta un profundo desprecio hacia la institucionalidad, hacia la democracia y hacia las propias mujeres, por más que algunas le siguieran el juego, eso sí, desde la comodidad de sus tablets o sus smartphone.

En primer lugar, la señora Pucheta fue designada en los marcos de lo establecido por la Constitución, es decir por el Congreso Nacional, la máxima instancia del Poder Legislativo y de la representación popular. Así funciona el régimen institucional, aunque no sea del agrado de Desirée. En segundo término, los órganos colegiados, cualquiera sean éstos, adoptan sus resoluciones  por mayorías y minorías, primando lógicamente el criterio de las primeras, que las convierten en decisiones de todo el cuerpo, incluyendo a las minorías. Así se procede en democracia, lo que en otras palabras significa, por si no nos comprende la polémica senadora, que la nueva vicepresidente también es su representante, por más que ella lo niegue, chille y patalee. Y en lo que respecta al problema de género, estamos ante una verdadera paradoja, pues si bien dice luchar por la participación paritaria de la mujer en los organismos de decisión, después la rebaja al nivel del subsuelo a la que es nombrada como número dos del Ejecutivo, por primera vez en la historia.

Si se tratara de Masi, solamente, no habría mayores inconvenientes, pero sus posiciones son compartidas por algunas colegas, como Esperanza Martínez, del Frente Guasu y otras que ni asistieron a la sesión, quienes también agitan permanentemente la bandera de la “paridad”,  al igual que por organizaciones que se arrogan la representación de las mujeres, no sabemos bien por qué.

Demás está decir que la señora Pucheta no es la reencarnación de Simone de Beauvoir, ni que nunca militó en las filas del feminismo. Sin embargo, otras que sí lo hicieron, como Gloria Rubín, resaltaron que la nueva Vice fue la primera mujer que luchó contra la violencia hacia la mujer desde el Poder Judicial, creó una oficina de defensa derechos de las mujeres y combatió duramente la trata de personas y la explotación sexual. En otras palabras, hizo mucho más que Desirée, Esperanza y los grupos que reclaman el “uno por uno”, que están muy lejos de responder a los problemas prioritarios del grueso de las mujeres.

Por supuesto que las mujeres precisan de organizaciones en las cuales nuclearse para defender sus intereses y de dirigentes que las representen en todos los ámbitos. Pero definitivamente no son estas,  perdidas en el disparate del “vocabulario sexista”, de ponerle una “a” al final de todas las palabras, pero que al fin de cuentas terminan siendo tan misóginas como el peor de los “machos”.

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