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A la Virgen rogando…

La fiesta de la Virgencita de Caacupé tiene este año un matiz diferente, porque estamos a la puerta de un hecho que será decisivo para el país que queremos tener en los próximos 5 años.

A pesar de que es anual el éxodo del pueblo paraguayo hasta las serranías de Caacupé, sigue sorprendiendo esta apuesta a la fe y a la esperanza que estamos dispuestos a dar los habitantes de este sufrido y resistente país. Si bien es cierto que hay pastores de la Iglesia que se han acostumbrado a utilizar el púlpito y la promoción que les da esta fiesta religiosa para pretender politizar un acto meramente espiritual, lo cierto es que nadie ha podido enturbiar la devoción que siente el paraguayo hacia la Virgen milagrosa.

Entre las habituales promesas de salud, trabajo y gratitud, mucha gente llega también este año a la capital de la Cordillera a pedir por el país, y que la Inmaculada nos bendiga con gobernantes dignos y patriotas.

Sin embargo, no podemos olvidar que para cambiar el rumbo y evitar el retroceso, no se necesitan milagros, sino nuestro profundo convencimiento de que somos nosotros quienes tenemos en nuestras manos el desafío de elegir a los más capaces.

En 9 días más, los paraguayos viviremos el primer acto de esta historia que puede cambiar nuestros destinos, ratificando y ampliando los cambios iniciados en el 2013, o sumirnos de nuevo en el oscurantismo y el retroceso.

El desafío es enorme y requiere de una tremenda vocación democrática de la ciudadanía paraguaya. Si bien es cierto que mucha gente piensa que el 17 de diciembre se decidirá quién será el próximo presidente del Paraguay, unos meses más tarde, en abril del 2018, esto será ratificado en las elecciones generales, en donde también volverán a enfrentarse 2 modelos bien diferentes.

Lo que sí podemos pedirle hoy a la Virgencita es que nos de la sapiencia y el raciocinio necesarios para que podamos elegir a los mejores, tanto el 17 como el año próximo. Que el pueblo paraguayo no vuelva a dejarse engañar por quienes le quieren vender espejitos; que empecemos a votar pensando en todos y no solo en nosotros y nuestro entorno; que no permitamos que nos sigan metiendo la mano en nuestros bolsillos, robando nuestros sueños y el futuro de nuestros hijos.

A la Madre Inmaculada de los católicos deberíamos rezar también para que los ganadores de las internas próximas asuman el triunfo con sensatez, y que los derrotados lo acepten con tranquilidad y sin generar hechos de violencia. Que nada ni nadie tuerza la voluntad popular, porque evitar que un pueblo tome la decisión sobre su destino es uno de los peores robos que se le puede hacer a un país.

Pero no olvidemos que, mientras rogamos a la Madre de Dios su protección para el país y su futuro, somos nosotros los verdaderos artífices del mismo y no podemos delegar esa responsabilidad a nadie más.

Así que, mientras rezamos a la Virgen de Caacupé, y estamos seguros de que Ella nos iluminará el camino, debemos ejercer responsablemente nuestro derecho al sufragio, para definir el rumbo futuro del país.

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