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Lamentable cultura del “pokare”

A pesar de lo mucho que hemos avanzado los paraguayos en materia de civismo, hay cosas que todavía se resisten a cambiar en un importante sector de la población, como esa mala costumbre de ensuciar y alterar resultados de cualquier cuestión en pugna, y no por el afán de ganar a cualquier precio, sino simplemente porque es lo que hicieron siempre y no pueden resistirse a la tentación de hacer trampa, una y otra vez.

La campaña de la ANR, en alianza con Frente Guasu y el llanismo del PLRA, que recolecta firmas ciudadanas para solicitar al Congreso el tratamiento de la reelección vía enmienda, tenía todas las de ganar desde el vamos, porque hace tiempo que resulta evidente que un amplio sector de la ciudadanía está podrida de los tejemanejes de retorcidos personajes que lo único que quieren es llegar al poder de cualquier manera, y están decididos a permitir que quien hace bien las cosas desde el poder, continúe un período más.

Así que siempre se supo que se conseguirían muchas más firmas que las 30 mil exigidas por la Constitución para que la iniciativa deba ser tomada en serio. De hecho, con toda la depuración realizada, quedaron más de 280 mil firmas válidas. Pero no hubo caso; otra vez los aprovechados de siempre recurrieron a esa práctica infame de alterar resultados, recurrir a duplicaciones, hacer firmar a muertos, extranjeros y paraguayos que viven en el exterior, porque es lo que hicieron siempre y no saben proceder de otra manera.

Posiblemente esto no sea culpa de ellos, sino de quienes antes, desde el poder, obligaban a “trampear” para asegurar triunfos que, posiblemente, no hubieran obtenido de otra manera. No olvidemos el famoso discurso del fallecido Blás N. Riquelme, quien instaba a sus correligionarios con el “ña trampeá que lo mitã”, frase para el olvido que, por el contrario, parece haber quedado impreso con letras de fuego en la mente de dirigentes que la adoptaron como su biblia.

Sin importar de quién es la culpa, esta práctica nefasta, que resta valor a cualquier iniciativa, por más justa que sea, debe ser desterrada definitivamente de cualquier ámbito nacional. Porque no creamos que esta mala costumbre es exclusividad de la política; la trampa es una institución aplicada en cualquier estamento de nuestra sociedad.

En el caso de la campaña oficialista esta actuación genera mucha indignación, porque lo único que logró fue desacreditar un excelente trabajo, serio, comprometido y destinado a reivindicar la trascendencia de la voluntad popular. Por eso el daño hecho es tremendo. No hay forma de que la campaña sea eliminada, pero estos corruptitos de siempre dieron argumentos a los venales disidentes y opositores para prenderse como garrapata a las irregularidades para pretender anular todo, dejando sin opción de elegir a la ciudadanía. Y expusieron a las autoridades coloradas a ser blanco de las críticas de estos personajes de chiquitolandia, que no tienen más posibilidad de protagonismo que el que les da el ataque permanente a la ANR y la complicidad de algunos medios de comunicación.

Para colmo, lo que lograron con esta “avivada” es quedar expuestos y en evidencia de que no son seguidores del nuevo rumbo que HC le ha imprimido al partido y el país, y han dejado muy en claro que no se adaptarán a las normas del juego que ahora rigen, por lo que deberán ser desechados de la vida política.

Esto deberá servir de lección a toda esa gente que se deja ganar por el “entusiasmo”. Cuando el objetivo es válido, creíble y justo, no se necesita recurrir al “pokare” para conseguirlo. Y eso ocurre con la enmienda; no hay sistema más justo y participativo que este para establecer la reelección presidencial. Y eso es algo que nadie podrá impedir, porque la mayoría de la gente lo desea.

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