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Lamentable espectáculo

Ayer quedó demostrado que el problema del Senado no es la bajeza de Paraguayo Cubas solamente, sino que parece haber contagiado a sus colegas, quienes no le van a la zaga en eso de exponer a la cámara al bochorno del lamentable espectáculo en el que los legisladores se pelean más como placeras que como representantes de un poder del Estado.

El pleno fue convocado para elegir a quien reemplazará a Cubas durante sus 60 días de suspensión; en realidad, con el feriado de Semana Santa, serán solamente 7 sesiones de las que participará quien jure de manera provisoria. Pero la sesión fue nuevamente utilizada como excusa para ventilar los trapos sucios, esta vez de sectores enfrentados del PLRA, dejando a las claras que el bajo nivel ya parece casi generalizado.

El problema de fondo ni siquiera se generó dentro de la cámara, sino que, otra vez, la irresponsabilidad del presidente liberal, Efraín Alegre, incitó los ánimos puesto que acusó a la ANR y al presidente de la República de estar gestando un golpe de Estado, presuntamente porque se violaría la Constitución al ser elegido un colorado en reemplazo de Cubas.

Irresponsable y cizañero, Alegre sabe que no puede conseguir nada por mayoría, así que lo que intenta es soliviantar a la ciudadanía desde hace años, pensando que impondrá sus ideas por la fuerza. Lo peor es que tiene seguidores y estos están estratégicamente ubicados en las cámaras del Congreso y ayer hicieron que el Senado se convirtiera en un ring de boxeo entre liberales.

Los insultos se sucedieron entre unos y otros, y quedó en evidencia que nadie ya se indigna demasiado cuando le gritan “ladrón”, como si esto ya no fuera motivo de vergüenza y de indignación. Ante el hecho de que Dionisio Amarilla y Salyn Buzarquis estaban a punto de llegar a los puños, aumentando aún más el bochorno de la cámara, el presidente Beto Ovelar levantó la sesión sin que se pudiera decidir quién será el reemplazante de Cubas durante las próximas semanas.

No podemos más que desesperarnos al pensar que, si ni siquiera fueron capaces de elegir a un reemplazante temporal, ¿qué capacidad van a tener los senadores cuando deban analizar los acuerdos a los que lleguen los gobiernos de Paraguay y Brasil en la renegociación de Itaipú? ¿Y las importantes leyes que están pendientes de estudio, como la reforma tributaria? ¿Hasta qué punto van a estar en condiciones de recuperar algo del nivel en el que más o menos se desenvolvía la cámara en los últimos años, si en este momento el grado de la discusión y el debate llegó a lo más bajo que se recuerde en el Congreso paraguayo?

Lo único que parece cierto en este momento, es que el Senado se convirtió en la cámara de la vergüenza. No es sorpresa que muchos de sus integrantes tengan serios cuestionamientos, varios investigados por la Justicia y otros, incluso, imputados por delitos que tienen que ver con hechos de corrupción. Y tampoco podemos decir que en los anteriores períodos los legisladores hayan sido un dechado de virtudes. Sin embargo, la bajeza que demuestran los actuales senadores es algo que no se había visto con anterioridad y es lo que nos da la pauta de que, cuando se trata de nuestras autoridades, siempre se puede caer más bajo, lo que nos da menos esperanzas de que se logren, alguna vez, cambios que redunden en beneficios para los ciudadanos.

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