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LOS ENEMIGOS DE LA REPÚBLICA

Una turba instigada por políticos del oficialismo liberal y la disidencia colorada, así como por los medios de Aldo Zuccolillo y Antonio J. Vierci, se apoderó anoche de la sede del Congreso Nacional y le prendió fuego. La gravedad del hecho no tiene precedentes. Es la primera vez en la historia de nuestro país que un poder del Estado es atropellado de manera tan salvaje, ante la mirada cómplice de sus promotores, que desde hace semanas venían lanzando sistemáticos llamados a la ciudadanía para que se vuelque a las calles, se acoja al precepto constitucional que habla de la “desobediencia civil” y, más aún, que “resista por todos los medios a su alcance a los usurpadores”, como calificaron al presidente de la República y a la mayoría de los legisladores, por el hecho de respaldar la enmienda.

Las tapas y editoriales de ABC Color de las útimas semanas no deja ninguna duda, como tampoco las declaraciones “incendiarias” del presidente del PLRA, Efraín Alegre, o de los senadores Mario Abdo Benítez, Enrique Bacchetta, Silvio Ovelar, Luis Alberto Wagner, Eduardo Petta y Desirée Massi, entre otros.

Con el cinismo que caracteriza a unos y otros, ayer comenzaron la jornada lanzando “proclamas” furibundas contra el gobierno y, en especial, contra el Senado, que en mayoría había resuelto aprobar la enmienda para llamar a un Referéndum a fin de que la ciudadanía decida si aprueba o rechaza la reelección.

Los periodistas de ABC Cardinal, Radio Monumental y Telefuturo eran una máquina de incitar. No pararon un instante. Hasta que la situación se salió de control, como esperaban sus patrones y jefes políticos que seguían los “sucesos” desde sus cómodas oficinas, y entonces empezaron a pedir “calma”, lo que a esa altura de los acontecimientos ya era absolutamente imposible.

La responsabilidad de estos declarados enemigos de la democracia, no solo quedó en evidencia por lo que dijeron e hicieron con antelación al estallido de la violencia. También se corroboró de manera indubitable después que esta se produjo y no fueron capaces de decir una palabra al respecto, no dieron la cara o, peor, solo hicieron declaraciones para eximirse de toda culpa.

Desde luego que los medios hegemónicos y los componentes de la disidencia colorada y el oficialismo liberal pretenderán atribuir lo ocurrido a la “forma” en que la mayoría del Senado cambió primero el reglamento interno y después aprobaron la enmienda, es decir, a lo que ellos calificaron como “golpe parlamentario”, pero no será más que un burdo intento por ocultar su condición de autores intelectuales de la salvajada antidemocrática.

Al cierre de nuestra edición, la sede del Parlamento seguía ardiendo y con ella, la República sufría una grave herida, que debe cerrar con la reacción de las instituciones, empezando por el mismo Congreso, así como la fuerza pública y la Fiscalía. La primera, para demostrar que un grupo de delincuentes comunes, probablemente pagados por los promotores de estos sucesos, no impedirá el funcionamiento de ningún poder del Estado, y los segundos para restablecer el orden y sancionar con todo el peso de la ley a los autores materiales y morales de esta barbarie.

Los hechos están a la vista. La ciudadanía podrá sacar sus conclusiones acerca de quiénes son los verdaderos enemigos de la democracia.

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