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Los sacrificios tienen límites

Al caer la tarde del pasado lunes, los principales gremios del magisterio saludaban la decisión del gobierno de aumentar en un 12% el salario de los 80.000 docentes. Gabriel Espínola, secretario general de la Organización de Trabajadores de la Educación Auténtica (OTEP-A), declaró que el anuncio del Ejecutivo era “más que favorable” y superaba sus expectativas. Otro sindicalista, en este caso de la Federación de Educadores del Paraguay (FEP), Silvio Piris, también consideró positivo el hecho y lo calificó de “un avance importante”. Sin embargo, 15 horas después, estos mismos dirigentes se negaron a suscribir el acuerdo para dar por concluido el conflicto y proseguir con las mesas de trabajo para atender otros requerimientos. ¿Por qué pasaron de la celebración al rechazo? ¿Qué los hizo cambiar de posición de manera tan drástica y en tan poco tiempo? Ellos no lo aclararon, pero, evidentemente, todo indica que primaron influencias políticas de índole electoralista, particularmente de disidentes y opositores, que prometieron “algo más” cuando traten el Presupuesto en el Congreso.

Las primeras manifestaciones de alegría, tanto de Espínola como de Piris, respondían a fundadas razones. Ocurre que el anuncio del gobierno mejora sustancialmente la propuesta original, que comprendía aumentos del 8% para 20.000 docentes, 5% a otros 40.000 y luego una bonificación del 3%, como incentivo a quienes tomen parte de cursos de capacitación, pero quedaban por fuera del incremento alrededor de 20.000 maestros con antigüedad inferior a 5 años. Y ahora, en cambio, hablamos de un aumento del 12% para los 80.000 maestros y una inversión adicional de 79 millones de dólares en ese concepto de sueldos, por 4 años, hasta alcanzar el salario básico profesional.

De parte de los gremios del magisterio, firmar o no firmar el acuerdo con el gobierno no cambia nada, total, su contenido, que constituye una enorme conquista, igual será parte del proyecto de Presupuesto que remitirá el Ejecutivo al Congreso.  Ahora apuestan a que el Parlamento no le otorgue al oficialismo los méritos de resolver un antiguo problema y que sus detractores  en ambas cámaras se avengan a subir del 12 al 16%, quedándose así con los laureles y, tal vez, unos cuantos votos.

De parte de los que “metieron la cola” para evitar el acuerdo, se trata de una tremenda irresponsabilidad, a la que de hecho ya nos tienen acostumbrados desde hace años. Ocurre que de 38 millones de dólares ya pasamos a 79 millones, que si sube al 16% llegarían a cerca de 100 millones más, solamente para los docentes. Y detrás vendrán decenas de miles de trabajadores de la salud, de funcionarios del Poder Judicial, así como de todos y cada uno de los ministerios, con los que, siguiendo la misma “lógica” electoral y oportunista, probablemente traten de congraciarse accediendo a sus reclamos, pero sin responder a la pregunta que cualquier político tendría que brindar: cuáles serán las fuentes de financiamiento, es decir, de dónde sacar el dinero para cubrir los incrementos.

Puestas las cosas de otra manera, lo que los dirigentes del magisterio no tomaron en cuenta es que el 12% que ahora rechazan ya supone un sacrificio importante para todos los paraguayos, muchos de los cuales seguramente estamos dispuestos a hacerlo para mejorar sus condiciones de trabajo y que así impartan una educación de mayor calidad a nuestros hijos.

Y tampoco parecen advertir que todo sacrificio tiene sus límites, porque con el dinero que se destina ahora a ellos se deja de cubrir otras necesidades y si a eso se sumaran otros y otros “salariazos” por parte del Congreso, lo que no sería nada raro, podría suceder que la ciudadanía se oponga a financiar lo que no sería más que un verdadero “carnaval”, reflejado en un Presupuesto completamente desquiciado.

La decisión de los gremios nos deja pues una gran duda. Tal vez hubiera sido mejor para ellos optar por la vieja fórmula de “más vale 12% en mano, que 16% volando”, sobre todo cuando lo primero significaría un avance extraordinario para sus asociados.

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