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No más dictadores

La decisión de romper relaciones con Venezuela y exigir a su representación diplomática en nuestro país que se retire del territorio nacional, aunque radical, es pertinente por donde se la mire, dado el martirio que está sufriendo el pueblo hermano ante los desmanes del déspota Maduro, que contra viento y marea se aferra al sillón presidencial.

Lógicamente la determinación tendrá consecuencias en diversos ámbitos y el gobierno debe estar preparado para afrontarlas. La primera medida deberá ser el establecimiento de un “status de emergencia”, para precautelar la vida y los intereses de los ciudadanos y las empresas paraguayas, si las hay, que sigan asentados en el país bolivariano.

Se debe evitar a toda costa que pudieran sufrir represalias por parte del régimen dictatorial. La Cancillería nacional ya recomendó a los compatriotas que acudan a la embajada uruguaya, la que debe hacer un seguimiento bien cercano de cada caso en particular, y estar presta para responder a lo que pudiera presentarse.

En un mundo tan globalizado, en el que todos los países dependen de sus relaciones con los demás, pareciera un despropósito recurrir a una decisión tan dura como la adoptada por el gobierno días atrás, al romper relaciones diplomáticas con Venezuela y expulsar a sus representantes. Sin embargo, el régimen de Maduro, como quedó dicho, ha cometido tantos excesos, que la posibilidad de tener que soportar sus abusos durante otros 6 años, viendo sufrir a la población del país caribeño, pasando carencias durísimas, es algo que no puede hacer que la comunidad internacional se mantenga indiferente.

No solamente es correcta la decisión de los países de la región, incluido Paraguay, de declararlo “gobernante ilegítimo”, en el ámbito del Grupo de Lima, sino que debieran sumarse los demás, incluidos los de la Comunidad Europea, varios de los cuales aún se mantienen a la expectativa, como si no tuvieran suficientes evidencias de que el régimen que impera en Venezuela es una dictadura y que su pueblo vive en una zozobra intolerable en los tiempos actuales.

Lo que va absolutamente de contramano y demuestra una absurda indiferencia hacia la situación de los venezolanos, con el malgastado recurso de que libre autodeterminación de los pueblos, es la postura del Frente Guasu, el único que abiertamente manifestó su reconocimiento al nuevo período de Maduro, supuestamente apoyado por un gran respaldo popular, sin tener en cuenta las innumerables evidencias de que hubo un monumental fraude en los últimos comicios.

Asimismo, es ridículo pretender racionalizar el conflicto de la comunidad internacional con el gobierno de Maduro limitándolo a un enfrentamiento entre derecha e izquierda, puesto que el problema va mucho más allá que una cuestión meramente ideológica. Los paraguayos sabemos que los excesos y el establecimiento de una dictadura no tienen nada que ver con la tendencia del opresor, sino con sus descontroladas ansias de un poder absoluto, que riñe con todas las normas democráticas y de convivencia vigentes en este momento.

Nicolás Maduro es un dictador, como lo fue Alfredo Stroessner. Y si se ha combatido a uno, no puede apoyarse al otro, por una cuestión de coincidencias ideológicas. Cualquier sistema dictatorial atenta contra los derechos de la ciudadanía y por eso debe ser repudiado. Paraguay ya lo hizo; esperemos que se sumen los que faltan.

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