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No es normal, ni común, ni corriente

En nuestro país se está tornando todo un hábito escuchar barbaridades que se pronuncian en esferas oficiales como si fueran algo normal, que no merece el menor reproche. La directora de un colegio reivindica sin empacho nada menos que al dictador Alfredo Stroessner, en pleno acto de inicio de clases, como si estuviera hablando de Romerito, y el asesor político del presidente de la República considera “un lujo” a un preso por narcotráfico, como si se tratara de la versión masculina de Chiquitunga. Así se van instalando antivalores, los peores de los peores, y se exaltan figuras condenables en toda sociedad democrática, como auténticos “modelos” a los que deberíamos rendir alabanzas.

Rosalía Benítez, así se llama la directora del Colegio Ignacio A. Pane, hizo uso de la palabra durante el acto de apertura del año lectivo realizado ayer y, en vario pasajes de su alocución, exaltó la figura de uno de los peores criminales de nuestra historia. Nadie de los presentes hizo el menor gesto de reprobación, ni se refirió al hecho de manera crítica posteriormente. Ni Marito, ni Nicanor, ni Petta, quien por esas paradojas de la historia es ministro de “Educación”. Al contrario, siguieron el discurso cual si fuese una pieza de oratoria digna de Demóstenes, Pericles o algún otro virtuoso de la palabra de la antigua Grecia (por si Petta no escuchó hablar de ellos).

Apenas 48 horas antes, Daniel Centurión, uno de los hombres más próximos a Abdo Benítez, instaba al diputado Ulises Quintana, preso en Viñas Cué por sus presuntos vínculos con la rama más sangrienta del crimen organizado, a no pugnar ahora por la intendencia de CDE, que para las elecciones municipales del 2020 será “un lujo” como candidato.

No podemos “cargar” contra la directora por el hecho de ser ignorante y aduladora. O podemos, pero no hace al fondo del problema. Después de todo, fue el retrato perfecto de lo que estaba diciendo, al señalar, palabras más, palabras menos, que “esta educación tenemos gracias a Stroessner…”, aunque le faltó decir que también nos legó a “educadores” como ella. Sí es cuestionable la actitud del asesor de Marito, por ser poseedor de una mayor formación que la ostentada por Rosalía y, en teoría, estar en condiciones de discernir entre cuestiones básicas como lo malo y lo bueno.

Sin embargo, mucho más grave que el comportamiento de ambos es la actitud de sus superiores, de los que probablemente recibieron una palmada en los hombros, y la de quienes se dicen demócratas y respetuosos de las leyes, pero no son capaces de pronunciar una palabra de condena cuando en una escuela, durante un acto oficial, se hace apología de la dictadura, ni cuando desde el Palacio de gobierno se ensalza a un socio o cómplice de un capo mafioso.

Este tipo de mensajes se volvió reiterativo, como señalamos al comienzo. Desde el gobierno no combaten al stronismo porque sus principales referentes son srtronistas, empezando por el presidente. Tampoco toman distancia de políticos como Quintana o del diputado Freddy D’Ecclesis, nuevamente acusado de “narco” por el gobernador de San Pedro (también “añetete”), porque son “chanchos de su chiquero”, sin hurgar en otras hipótesis de por qué los defienden tan denodadamente.

¿Y la oposición?, se peguntará el lector. La respuesta es la ya dada en su momento por el senador Enrique Riera: No hay oposición y la que se define como tal es aliada estratégica del actual gobierno. Por eso no se escucha ni una crítica. Por eso están callados Desirée, Payo y otros que, antes, durante la presidencia de Horacio Cartes, no desaprovechaban ninguna oportunidad para generar algún escándalo, y si ésta no se presentaba, la inventaban.

Debemos, pues, responder a esta arremetida de “anti valores” desde la sociedad misma, desde espacios periodísticos, organizaciones civiles y bolsones democráticos que seguramente persisten en los partidos políticos.

No importa que al comienzo sean pocas las voces que se escuchen. A estas se sumaran muchas otras, que apostamos a que el país no detenga su marcha y siga avanzado, hasta liberarnos definitivamente de todas las lacras del pasado. Esas que ahora quieren volver a imponernos como si fueran algo… “normal”, “común” y “corriente”.

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