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¿Para qué están?

La existencia de gobiernos regionales y distritales forma parte básica del sistema republicano y sustenta las bases de un régimen democrático, puesto que se logra no solo la distribución de los bienes del Estado sino también que cada localidad esté en condiciones de tomar sus propias decisiones y pelear por sus necesidades. Nadie conoce más los requerimientos de una zona, que quienes viven en ella.

Pero cada vez parece más evidente que el nuestro es el reino del revés. Aquí, ya sea en el gobierno central como en los locales, quienes llegan al poder están muy lejos de pensar en las necesidades de quienes los eligieron; su único objetivo es obtener el mayor beneficio posible para ellos mismos y su entorno. O, a lo mejor, tenían la intención de cumplir todo lo que prometieron en campaña, pero bastó que dispusieran de la lapicera para olvidar sus buenos deseos y volverse deshonestos y rapiñeros.

La imagen que tienen los municipios y las gobernaciones es lamentable. Disponen de millonarios fondos, algunos propios y otros de la administración central, como para lograr la solución de los problemas de su localidad o departamento, de manera rápida y efectiva. Pero no, más que como gobernantes preocupados por su pueblo, actúan como gavillas dispuestas a llevarse hasta el último clavo de la administración que tienen a su cargo.

Allí está, por ejemplo, el tema de Fonacide. Municipios y gobernaciones recibieron sumas millonarias que debían ser destinadas a mejorar escuelas, colegios y la educación en general en sus respectivas localidades. Y esto no fue al azar, sino ante la evidencia que los locales educativos de todo el país, en su mayoría, se caen a pedazos, derrumbándose techos y paredes. Que hasta ahora no haya habido una víctima fatal es simplemente porque Dios debe ser paraguayo.

Y eso para los alumnos que tienen “la suerte” de tener una escuela, porque muchos son los que deben resignarse a dar clases bajo los árboles, como si fueran animalitos que no merecen ningún respeto ni consideración.

Para cambiar esta situación era la plata del Fonacide, pero estos señores no tomaron nota de esto y se la metieron al bolsillo. O alguien puede ignorar la cantidad de intendentes y gobernadores que están imputados por lesión de confianza, por haber utilizado el dinero de este fondo en negocios personales.

Alguna vez alguien dijo que, si bien se esperaba que los nuevos gobernantes roben, lo que se les pedía es que robaran un poco menos y la diferencia la gastaran en la gente. Si por lo menos estos intendentes y gobernadores hubieran destinado algo de lo que roban diariamente a mejorar la condición de los habitantes de sus regiones, quizá no se los tendría por inútiles, además de ladrones.

Pero fueron incapaces de actuar con un mínimo de racionalidad y sentimiento solidario. Así que las ciudades y pueblos en donde viven parecen bombardeadas, rodeadas de baches, basuras, inundadas cuando llueve y con un espantoso olor a cloaca que recorre sus calles y barrios. Si pensamos que ellos mismos, esos sinvergüenzas, viven en esas calles y barrios, en mansiones lujosas pero sufriendo las mismas calles y la misma cloaca, no podemos más que concluir que, además de inútiles y ladrones, no tienen dos dedos de frente.

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