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Tiempo de cosecha

En el balance general que se haga al actual gobierno, el 2016 probablemente se considere como un “año bisagra”, en el que el reordenamiento del poder administrativo de los primeros tiempos, junto con los esfuerzos por transparentar la gestión pública, dieron paso a la concreción de obras de diversas envergaduras, pero todas ellas de fuerte impacto social y para el desenvolvimiento de la economía. Rutas que están en plena construcción, viaductos en Ciudad del Este y en uno de los accesos a Asunción, infraestructura vial y sanitaria en Capital y Área Metropolitana por valor de 1.200 millones de dólares, 1.000 viviendas para bañadenses en el predio del ex RC4, entre otros emprendimientos, a los que se sumó ayer la entrega de 620 casas a humildes familias del Departamento de Canindeyú por parte de la Senavitat, que viene realizando un trabajo formidable, constituyen una realidad a todas luces alentadora, que comienza a arrojar frutos que hoy sí ya se divisan.

El déficit habitacional en nuestro país ha sido por décadas extremadamente alto. Y lo sigue siendo, pero a diferencia de lo que ocurría en anteriores administraciones, ahora se ejecuta un programa que casi cuadruplica la cantidad de viviendas que se entregaban por año, lo cual constituye un verdadero récord histórico, aunque no tanto como la meta trazada por el gobierno para el término de su mandato, que es beneficiar a más de 40.000 familias con una casa propia.

Atrás irán quedando los discursos del “no pasa nada”, “todo está parado” o, como permanentemente pretende instalar la autodenominada “izquierda”, “el presidente gobierna para los ricos”, “es insensible a las necesidades del pueblo”, etcétera, etcétera. Los hechos demuestran que el país está en marcha y que se están dando pasos firmes para brindar mejores condiciones de vida a la población, a través de planes sociales en los que se realiza importantes inversiones, como el relativo a las viviendas, así como en la generación de fuentes de trabajo a través del impulso a las obras públicas, que es una forma de sacar estructuralmente de la pobreza a miles de compatriotas.

Hay que reconocer que los órganos comunicacionales del Ejecutivo no se destacan por su eficiencia. Muchos de esos “mensajes” destinados a sembrar el pesimismo y la desesperanza no son rebatidos como corresponde, poniendo los datos a conocimiento de la opinión pública. Pero, no obstante, la cantidad de proyectos que ya están en desarrollo y los que se alistan para ser ejecutados saltan a la vista.

Basta mencionar cuatro obras que están en fase inicial o se hallan a la vuelta de la esquina. El complejo de las 1.000 viviendas, que arrancó hace algunos días, el “súperviaducto” en la Aviadores del Chaco y Ñu Guasu, uno de los grandes nudos para acceder a Asunción, la “Costanera 2”, y el anhelado Metrobús, que viene de superar no pocos escollos para finalmente abrirse paso.

Tomando en consideración los datos macroeconómicos, según los cuales el país registrará el año que viene un crecimiento de su Producto Interno Bruto (PIB) en el orden del 3,5% al 4%, de acuerdo a las previsiones del Banco Central, todo hace suponer que el 2017 será igual o mejor que el segundo semestre del 2016. En hora buena.

Nada de esto significa que seamos “el país de las maravillas”, como tantas veces lo dijimos, pero estamos muy lejos de ser “el último orejón del tarro”, como algunos intentan hacernos creer, aunque paradójicamente son los mismos que reivindican “modelos” perimidos que arruinaron a un país riquísimo, como Venezuela, o los dejaron en terapia intensiva, como a Brasil y Argentina.

Lo que está aconteciendo en el nuestro es muy simple. Se comienza a cosechar lo sembrado, aunque aún reste mucho por hacer.

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