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Una canallada

Pongamos que es cierto que ninguno de ellos invitó a menores de edad al acto que con tanto entusiasmo organizaron para pelear por la reivindicación de sus derechos. A lo mejor, en serio, los chicos vieron a la gente, escucharon la música y subieron a la tarima sumándose espontáneamente al “besatón”, sin ser en realidad parte de él.

Pero es una canallada que no hayan movido un dedo para impedir que varoncitos de 10 años estuvieran besándose en la boca entre ellos y moviendo la cola ante el público. Si de verdad sus intenciones fueran tan decentes y limpias, lo menos que podían hacer era sacarlos de la tarima y alejarlos del acto.

El evento estuvo organizado por Somos Gay, pero podía ser un grupo de cualquier otra índole y que en vez de niños besuqueándose fueran niños y niñas, o tomando drogas o alcohol. Serían igual de canallas, porque nadie puede utilizar a menores para sus reclamos ni mantenerse indiferente cuando alguno de ellos se involucra.

En este caso produce mayor repugnancia que los protagonistas infantiles fueran criaturas en situación de vulnerabilidad, probablemente de la Chacarita, sin control de sus familias, ni educación, lo que los vuelve aún más indefensos.

Así que, aunque no los hayan invitado a la manifestación, lo que debieron hacer, de manera urgente los organizadores, al ver a los niños arriba del escenario, cantando, bailando y besándose, era echarlos de allí y, quizás, alertar a las autoridades pertinentes que había menores en situación de calle que merecían su atención.

El no haber hecho nada, aprovechando un público inesperado es un hecho puntual que despierta la indignación por la grosera manipulación de niños que debían estar protegidos tanto por el Estado como por la sociedad. Es importante destacar esto porque aquí no estamos opinando sobre los homosexuales, ni sus derechos, ni sus reivindicaciones, ni la discriminación a la que les somete una sociedad conservadora.

No nos interesa, ni en este caso particular ni en general lo que los adultos hagan con sus vidas. Es cuestión de ellos y de nadie más. Pero cuando estos adultos, por acción u omisión, permiten que sus acciones dañen a niños, merecen nuestro repudio y desprecio más absoluto.

Por eso nos parece importante que intervengan los órganos pertinentes, tanto la Secretaría Nacional de la Niñez y la Adolescencia como la Fiscalía, a fin de que identifiquen a los responsables y los sancione con las penas establecidas en el Código Procesal Penal para este tipo de delitos. Porque la omisión de auxilio es un delito tipificado en la ley, y es uno de los más graves cuando se trata de permitir que sufra daño alguien que no puede defenderse ni hacer valer sus derechos.

La intervención de la Fiscalía debiera darse de oficio ante un hecho grave como este, aunque la SNNA ya hizo la denuncia correspondiente. Esperemos que nadie intente minimizar un hecho tan grave y actúe con todo el rigor que merece esta lamentable actuación, porque jamás la lucha por los derechos de uno puede terminar perjudicando a otros mucho más vulnerables.

Se equivocaron los miembros de Somos Gay y tendrán que asumir sus responsabilidades.

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