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Vencedores y vencidos

A pesar de todos los pesares, de las toneladas de papel y litros de tinta, de las horas en radio y TV, de las guerras sucias que dieron paso al imperio de la pos verdad, como nunca, la vieja Asociación Nacional Republicana, una vez más, salió triunfante. Es verdad, lo hizo por escaso margen (3,7%), pero el resultado obtenido es altamente favorable a sus intereses, considerando la implacable campaña desplegada por los grandes pulpos mediáticos, que apostaron todas las fichas en su contra. Y fracasaron.

Además, el coloradismo se alzó con la victoria en la Gobernación del departamento Central, el más importante del país en términos electorales, acabando con un cuarto de siglo de hegemonía liberal, solo perdió dos bancas en el Senado y todo indica que hizo muy buena elección para Diputados. En las antípodas está el PLRA, el gran derrotado, junto con su presidente y a la vez presidenciable Efraín Alegre. No solo perdió la puja principal y también en su histórico feudo, sino que ahora se desata una crisis de vastas proporciones en su seno, la peor en mucho tiempo, dada la ausencia de reservas políticas y de liderazgos para hacerle frente.

Los colorados no cayeron en la trampa de ABC y sus satélites, incluyendo entre estos a los medios del grupo Vierci, que se jugaron a dividirlos, de mañana tarde y noche. No se cansaron de “tocarle la oreja” a Abdo Benítez, presentándolo como un idiota útil al servicio de Horacio Cartes, ni de susurrarle al oído con frases sobre la conveniencia de romper lanzas con el presidente, lo que le hubiera conducido a una derrota estrepitosa, a juzgar por los números que arrojaron las urnas.

Al decir del analista Alfredo Boccia, “cuando los colorados se unen son difíciles de vencer”. Es una verdad archi sabida, pero eso no lo exime de la necesidad de avanzar hacia un proceso de mayor renovación, potenciando nuevos liderazgos que reemplacen a las no pocas figuras desgastadas y/o muy cuestionadas que existen en sus filas. El estrecho margen debe ser tomado como loque es: un claro llamado de atención de cara al futuro, en el que cada vez habrá más electores por fuera de los partidos políticos, si estos no se van adaptando a los nuevos tiempos.

La situación en filas de la oposición es lógicamente mucho más delicada, especialmente en el liberalismo. No es lo mismo encarar los problemas desde la cima que desde la llanura y el PLRA, así como su cúpula directiva, carga sobre sus espaldas con la pesada responsabilidad de no haber logrado el objetivo, pese a que en esta oportunidad contó con el apoyo a su candidatura presidencial de todas las fuerzas opositoras y de casi todo el poderío mediático.

Como ya veníamos advirtiendo, sin programa, sin un discurso político coherente y sin liderazgos atractivos, el PLRA y la concertación que articuló con el Frente Guasu y otras formaciones no lograron aparecer como una alternativa de poder ante los electores. Ahora anuncian que continuarán aliados como oposición al nuevo gobierno; mala respuesta a una crisis que, de esa manera, se agravará inexorablemente y que dificilemente logre plasmarse en accionar conjunto en el corto y mediano plazo.

El radicalismo auténtico tiene la imperiosa necesidad de recuperar su perdida identidad y su imagen tan desdibujada a lo largo de la etapa democrática, como consecuencia de prácticas oportunistas que lo llevaron a celebrar alianzas con quienes, como el luguismo, están o deberían estar enfrentados ideológicamente, con modelos de Estado y proyectos de país claramente diferentes. Y el Frente Guasu lo mismo, aunque electoralmente no le haya ido mal, si bien tampoco experimentó un notorio crecimiento.

Por lo pronto, ingresamos a un nuevo escenario político que irá configurándose con el correr de los próximos meses. En el campo de los colorados, habrá que ver cómo se relaciona el nuevo oficialismo con la corriente liderada por Horacio Cartes, con fuerte peso en el Congreso, las gobernaciones y el partido; mientras que en del PLRA, donde recién expotó la bomba, por ahora todo es incierto.

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