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Del discurso, a los hechos

Después de escuchar atentamente el discurso del presidente paraguayo en la última Cumbre Iberoamericana, nadie podría menos que aplaudirle de pie, aunque fuera no más que una declaración de intenciones de un novel presidente. Nadie que no siguiera la política paraguaya podría captar que la contradicción entre lo dicho y los hechos que viene protagonizando resulta tan grande que solo puede pronunciarlos a 5.000 km de distancia.

En su discurso ante presidentes de Latinoamérica, España, Portugal y Andorra, además del rey español, el mandatario paraguayo dijo que esperaba que esa cumbre sirva para conseguir la paz mundial y la reconciliación entre todos. Además, abogó por la “unidad nacional”.

Su actuación en el país es muy distinta a la imagen que pretende dar ante la comunidad internacional, ya que acaba de desenterrar el hacha, hace pocos días, al declararle la guerra al cartismo, tras su regreso del Vaticano, luego de entrevistarse con el Papa. Y eso estuvo antecedido por innumerables actitudes que chocan frontalmente con el discurso pronunciado en Guatemala.

Pero esto no debiera sorprendernos demasiado, porque aquí también repitió hasta el cansancio que buscaba la unidad del Partido Colorado, que estaba dispuesto a reunirse con quien hiciera falta si el partido se lo pedía, a pesar de lo cual su clara hostilidad hacia la disidencia republicana es por demás evidente.

Abdo Benítez está demostrando lo que en realidad es, un político de barricada, que solamente tiene propuestas cuando está en campaña, y que es incapaz de aplicarlas al estar ya en el poder, algo que, aparentemente, aún no percibió. También se nota que es cualquier cosa menos un estadista, puesto que parece más que dispuesto en dividir al partido y al país entre quienes están con él y los que están en contra.

Le encantan los discursos aglutinantes, esos que emocionan a los extraños y les dan la sensación de que están ante un mandatario consciente de las limitaciones que tendrá su gobierno si tiene un pueblo dividido, y, mucho más, si la división se origina en el partido que lo llevó al poder.

Pero todo esto no son más que palabras, al igual que las que dice cuando insiste con que su gobierno combatirá la corrupción y no perdonará a nadie, sin importar que caiga quien caiga. La realidad es muy diferente. Así como provoca la división y el enfrentamiento, protege a funcionarios de su gobierno sospechosos de estar metidos en hechos de corrupción, como el caso de la presidenta de Petropar, que hasta ahora goza de los favores presidenciales, a pesar de las graves denuncias en su contra.

A lo mejor lo suyo no es mala intención, sino falta de visión política. Si el presidente piensa que logrará la unidad partidaria y nacional sobre el cadáver político de Horacio Cartes, o ninguneando a todo el movimiento Honor Colorado, cuyos integrantes sufren una abierta persecución en la Administración Pública, está más perdido de lo que parece.

Abdo Benítez podrá seguir logrando aplausos en sus intervenciones internacionales. Debe ser por eso que le gusta tanto viajar -4 veces en menos de 100 días- ya que aquí le resulta más difícil engañar a la gente. Pero, en algún momento, tendrá que pasar de las palabras a los hechos, y ese momento llegará más pronto que tarde.

Esperemos que ajuste su práctica a los discursos conciliadores que pronuncia en foros internacionales.

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