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En democracia decide la mayoría

Insistir en que la mayoría debe ejercer su condición de tal “en los marcos de la ley”, es tan válido como decir que todos los ciudadanos que habitamos la República del Paraguay estamos obligados a ajustar nuestra actuación a las normas vigentes. No aporta nada nuevo, salvo, claro está, en la “novedosa” interpretación que hace la minoría del Senado y los periodistas que les son funcionales, quienes se escandalizan cuando 25 miembros de dicho cuerpo imponen su voluntad, en vez de atenerse de por vida a lo que resolvieron… ¡19! “Eso es totalitarismo”, disparan. Y hasta parecen convencidos al afirmar semejante disparate, que contradice los principios más elementales de la democracia, tal como se practica en cualquier sindicato, gremio empresario, partido político y a nivel de toda la sociedad, cuando ésta es convocada a elegir a sus autoritades municipales, departamentales y nacionales.

Pareciera un chiste tener que referirnos a algo archi sabido desde el surgimiento mismo de la República y que se perfeccionara a partir de las revouciones democrático burguesas en Francia, Inglaterra y Estados Unidos en el Siglo… XVIII. Pero de ello parecen no estar enterados, o se olvidaron, nuestros “sabios pensadores” de la disidencia colorada, el oficialismo liberal y sus aliados en la Cámara Alta, así como de los medios hegemónicos, que ahora “satanizan” el ejercicio de la mayoría como algo, de por sí, “totalitario”.

Había sido que Platón y Aristóteles fueron unos “improvisados”, al igual que Rousseau, Motesquieu, Jefferson y Franklin. Todos ellos se redujeron a la altura de la suela de un zapato, frente a “intelectuales” de la talla de “Marito”, Wagner, Efraín o Desirée, quienes descubrieron que la democracia es, lo que ellos quieren que sea, aunque estén en franca minoría.

No siempre procedieron así, claro. Cuando fueron mayoría en el Senado, por más de dos años, se llevaron todo por delante. Apelando a la aplanadora, coparon la Mesa Directiva, excluyeron al oficialismo colorado de todas y cada una de las comisiones asesoras e hicieron valer sus 23 votos para rechazar los principales proyectos del Poder Ejecutivo, sin importantes que estos fueran de máximo interés para el país.

Dos ejemplos bastan para “ilustrar” la forma en que utilizaron la favorable correlación de fuerzas que detentaron en el pasado: La presentación del proyecto de enmienda proreelección, con el único fin de rechazarla, y la grosera mutilización del proyecto de Presupuesto General para el 2017, con el objetivo evidente de hundirle al gobierno en una profunda crisis.

En el primero de los casos, se reunieron una noche y acordaron la “genial” idea de que el presidente del Senado, Robert Acevedo, convocara la maña siguiente, 25 de agosto, a una sesión extra para presentar el proyecto de enmienda y votar en contra. Y así lo hicieron. Sin discusión, sin dictamen de comisión, sin 48 horas de plazo, sin nada más que los 23 votos, lo cual no tiene precedentes en 28 años de democracia.

En el segundo, procedieron a destrozar el proyecto del Ejecutivo es sus aspectos fundamentales. Recortaron la emisión de bonos soberanos a casi la mitad, dejando al país al borde de la cesasión de pagos, le ataron de pies y manos al BCP para mantener a raya la inflación, e hicieron un festival de aumentos de sueldos en el sector público, sin contar con fuentes de financiación. Conclusión, también por primera vez en 28 años de democracia, el presidente de la República no tuvo más opción que vetar el Presupuesto sancionado por el Senado, quedando vigente en del año anterior, tal como prevé la Constitución.

Estos “profesionales” de la aplanadora son los que ahora, como minoría, acusan a la mayoría de tomar las riendas del Senado y ejecutar sus planes. Perfectos caraduras incapáces de someterse a las reglas de la democracia, que evidentemente las ignoran, aunque las invoquen distorsionadamente al solo objeto de justificar sus permanentesdesmanes.

Pero mal que les pese, en democracia decide la mayoría, como lo atestigua la historia.

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