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Hablemos de los “legados”

Con frecuencia se publican portadas catastrofistas sobre el “peligroso y acelerado endeudamiento externo” o declaraciones de políticos relativas a que “Horacio Cartes dejará el país en ruinas e hipotecado por varias generaciones”. Podríamos barajar un sinfín de hipótesis para intentar comprender el móvil de semejantes afirmaciones; si éstas responden al profundo desconocimiento de quienes las sostienen, a campañas políticas que pretenden desacreditar al gobierno o a una combinación de ambos factores. Lo cierto es que carecen de todo fundamento. La política de endeudamiento de nuestro país viene cumpliendo un papel estratégico a los fines del desarrollo, como lo corroboran las obras que están a la vista y que de otra forma no hubieran sido posibles, el monto que representa es de los más bajos de toda la región y el Estado cuenta con sobradas condiciones para honrar sus compromisos en esta materia.

Lo primero que corresponde dejar en qué se aplicaron los montos de la deuda. No fueron a parar a cubrir gastos corrientes de la administración pública, léase sueldos, aguinaldos, combustible, etcétera, ni tampoco al bolsillo de funcionarios corruptos, como sucedía en el pasado,  como por ejemplo en el caso del famoso crédito chino de 400 millones de dólares para empedrados. Se aplicaron de manera prioritaria para impulsar inversiones públicas que son de vital importancia para el país y para cubrir pasivos contraídos por anteriores administraciones.

Las obras están ahí. Son los viaductos de Asunción y Ciudad del Este, los asfaltados del departamento Central, las rutas que atraviesan diversas regiones, los puentes y caminos de todo tiempo. Son las 20.000 viviendas que construyó la Senavitat, solucionando el drama de aproximadamente 100.000 compatriotas que carecían de una vivienda digna. Es el complejo modelo del Barrio San Francisco, detrás del Jardín Botánico. Y esto permitió que parte del Presupuesto General de la Nación que se destinaba a “tapar algunos agujeros” en este terreno, se orientase a asistir a 750.000 paraguayos en situación de pobreza y pobreza extrema, a nuestros adultos mayores, a 400.000 niños, a implementar las Becas Carlos Antonio López para que nuestros jóvenes y docentes se especialicen en el exterior y a que el Indert adquiera tierras para establecer colonias rurales con todos los servicios.

¿Todo eso está mal?, habría que preguntar a los que pintan el endeudamiento como sinónimo del apocalipsis, de quienes, felizmente, no dependió que ninguna de esas obras se llevaran a cabo.

Por otro lado vayamos a los números, para derrumbar el mito de que nos hipotecamos por varias generaciones. Los créditos internacionales contraídos, así como los bonos soberanos que se colocaron en el mercado internacional, suman un total de 6.790 millones de dólares, cuyos vencimientos se producirán en 10, 20 y hasta 30 años de plazo. ¿Es este un monto elevado para el Paraguay? Definitivamente NO. Apenas representa el 23% de nuestro Producto Interno Bruto (PIB), muy lejos del 35% recomendado por los organismos financieros internacionales; mientras que la deuda pública de Brasil constituye el 78%, de la Argentina el 53% y de Uruguay cerca del 50%, por mencionar a los países del Mercosur.

Otro dato relevante. Esa deuda, contratada a largo plazo, no solo es baja en relación al PIB. También lo es respecto al déficit fiscal, ínfimo por cierto, y a los índices inflacionarios, nivelados en el orden del 4%, crucial para que no se disparen los montos a ser abonados en el futuro. Y algo más. Está avalada por las fuertes reservas internacionales de las que dispone el país, que superan en la actualidad los 8.000 millones de dólares. O sea, en caja tenemos más plata de la que debemos pagar… en dos o tres décadas.

En consecuencia, los detractores del endeudamiento y del gobierno deberían afinar la puntería, decir en qué se obró mal en esta materia y, sobre todo, qué su hubiera hecho a cambio, para no quedar como vulgares ignorantes.

Sabemos, pues, lo que nos “legará” la actual administración: Un país más desarrollado, con los efectos sociales que esto implica. ¿Y qué nos “legaron” las de Fernando Lugo y Nicanor Duarte, para no ir más lejos? El primero, 48.253 nuevos funcionarios públicos. El segundo, 32.033. Es decir un promedio de 30 millones de dólares por mes, que si tomamos solo los últimos 5 años representan alrededor de 1.800 millones de dólares, cifra que aumentará de manera progresiva en los siguientes quinquenios.

En lo que a nosotros respecta, nos quedamos mil veces con las “deudas” de HC. Usted, querido lector, sacará sus propias conclusiones.

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