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Suenan alarmas

No es casual que, violando ese pacto no escrito de dar 100 días de gracia a un nuevo gobierno, esta vez haya voces descontentas y preocupadas por el inusual desgaste que sufre el de Mario Abdo Benítez, con apenas 2 meses de haber asumido. Lo que parece ocurrir es que las señales que llegan desde el Palacio de López indican que hay una falta de un timón conductor, y que, desde el presidente, pasando por el vicepresidente, y los integrantes del gabinete, cada quien actúa como mejor le parece, aunque esto diste mucho de ser lo que mejor convenga al país.

Ya en los días previos a su asunción, Abdo Benítez dio señales que despertaron la preocupación de analistas y expertos, que vieron una grave falta de liderazgo del futuro presidente, quien parecía incapaz de controlar a “su” gente del Parlamento, permitiendo que hubiera abusos, excesos y, sobre todo, traición a compromisos previamente asumidos.

Desde entonces, las señales fueron agravándose, sumadas a lo que podría considerarse malas decisiones de la cabeza del Ejecutivo, a la hora de conformar su primer anillo, en el que debería descansar su confianza, con reglas claras y directivas concretas sobre el modelo de país que él pretende defender durante los próximos 5 años.

Así que empezaron, demasiado pronto, escándalos domésticos en los que no interviene, nadie sabe si, porque quiere que su entorno actúe con libertad, o simplemente, porque no le da el cuero para imponer su liderazgo, enderezar rumbos y exigir el respeto a la ruta a seguir que él mismo trace. Aquí podemos citar como el ejemplo “doméstico” de mayor relevancia, el escándalo desatado en Petropar, que nos afecta a todos.

Ya se ha hablado mucho del tema pero la situación expuesta por un alto funcionario del gobierno, expulsado de Taiwán, acusado de acoso sexual, en un momento en el que el mismo presidente se encontraba en dicho país, pone en entredicho cualquier tipo de liderazgo que Abdo Benítez pudiera tener, ya que, si así actúan sus colaboradores cuando él está cerca, no podemos ni imaginar lo que harían estando solos.

Las metidas de pata del nuevo gobierno no son solamente internas, sino también internacionales. No podemos dejar de recordar que una de las primeras decisiones de Abdo Benítez fue volver a trasladar la embajada paraguaya de Jerusalén a Tel Aviv, puso en evidencia lo chapucero que podría ser el representante del Ejecutivo y la falta de una política internacional clara y sin cortapisas.

A esto se suma la actitud pendular de una diplomacia que, por un lado actúa como consorte de los Estados Unidos, criticando al gobierno de Venezuela, y por el otro, alevosamente, mantiene una “estrecha relación” con Irán, justamente el país que solventa todas las locuras que se le antojan a Nicolás Maduro.

Apenas transcurrieron 2 meses, y aunque las señales sean claramente pesimistas, nadie duda de que esto pueda cambiar sustancialmente. Para ello bastará que Abdo Benítez empiece a gobernar, mostrando que es el verdadero dueño de la lapicera, y volviendo a sus raíces, el Partido Colorado, que es el que le llevó al poder, dejando de perseguir correligionarios en las dependencias públicas. Así, los cambios podrían llegar a concretarse.

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